El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

14 marzo 2011

Tsunami



Qué tentación tan generalizada es ésta de utilizar el tsunami de Japón, unos apocalípticos, otros frívolos y distantes. Qué terrible inercia ésta que nos lleva a trasladar la catástrofe ocurrida a las cosas cotidianas, al vaivén de la vida, metáfora de lo que nos ocurre; qué funesta frivolidad ésta de arrastrar las aguas desbordadas de Japón hasta la política, hasta la corrupción, hasta la crisis o el desgobierno. Qué desgracia tan inconsciente es ésta que aprovecha el desastre, los cuerpos hinchados que sucumben bajo el agua, la tierra partida, los edificios desplomados, los hierros derretidos, los incendios que salpican la ciudad, para resucitar debates medioambientales, nucleares, como si la seguridad de las centrales nucleares hubiera que medirla en la mayor catástrofe natural conocida en un país en 140 años.

El hombre siempre se ha sentido indefenso ante la naturaleza, sobre todo cuando percibe que no somos sino una parte minúscula de esa naturaleza que nos trae a la vida y nos deja sin ella sin pedir explicaciones ni ofrecer motivos. La racionalidad, que es nuestro único norte, se anega de incapacidad para comprender, para asimilar lo que nos ocurre. Quizá por eso, por esa impotencia, la distancia con la que acabamos contemplando el fenómeno, el desastre, la desgracia. Quizá por eso, la tentación de buscar comparaciones que nos alejen de lo que no queremos ver porque no podemos controlar.

No, tampoco yo soy capaz de buscarle un mensaje al tsunami; quizá el único será el de detenerse un instante a pensar en la vulnerabilidad de la que estamos hechos, la materia quebradiza que envuelve las ilusiones, el sostén de incertidumbre que nos lleva. Ante un tsunami como el que ha arrasado Japón, no hay más reflexión que la naturaleza del hombre. Ante la catástrofe, ni metáforas ni debates oportunistas, acaso una mirada de asombro, de admiración, a esas gentes, a la capacidad para asumir la adversidad y luchar contra la desolación. «No será fácil, pero superaremos esta crisis, como hemos hecho en el pasado».

En su reflexión de la Providencias, Séneca se atormentaba por la dureza de la vida y la ausencia de Dios en el remedio de los males. Y le puso palabras a lo que Dios podría pensar, a lo que Dios podría replicarle al hombre, de qué os quejáis de mi, vosotros, que os di la posibilidad de luchar, de despreciar el miedo, de progresar, de amar, de vencer la soledad. «Y por eso, de todas las cosas que necesitáis, quise que la muerte fuese la más fácil de todas. La vida es una pendiente: se deja llevar por sí misma. Pensad un poco y veréis qué breve y expedito es el camino que os lleva a la libertad».

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