El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

24 enero 2011

Zumo de piña



Una verdad compartida, un lapsus muy político y un regusto de insatisfacción. Con esas tres impresiones, arrojadas sobre el auditorio como tres cubos de pintura de los que los populares utilizan en su propaganda para anunciar las reformas, clausuró ayer Mariano Rajoy la Convención nacional que el Partido Popular ha celebrado en Sevilla. Lo último, el regusto de insatisfacción, fue lo más evidente, porque la decepción se palpaba en el ánimo del personal a la salida; esperaban que el presidente del partido les inyectara una última dosis de adrenalina, un chute de moral por la victoria que anuncian los sondeos y que les había traído en volandas hasta la capital andaluza. Pero no. Ni metadona les dieron; zumo de piña en vena o así.

Rajoy hilvanó un discurso correcto, esperado, previsible y medido que podría servir para cualquier mañana en el Congreso de los Diputados o para uno de esos campamentos de verano que montan los juveniles del partido. Para colmo, antes que Rajoy intervinieron otros, había otras referencias, y el presidente popular no tuvo ni la consistencia de Aznar, que entusiasmó a todos y les disipó cualquier duda de disidencia, ni el afán reformista de Arenas, que aprovechó con brillantez el atril de telonero para ofrecer su alternativa a la Junta de Andalucía.

Dicen en el Partido Popular que el objetivo de Mariano Rajoy no era encender más el ánimo de los militantes y dirigentes que acudieron a la Convención, que eso está asegurado, sino que su discurso se dirigía mucho más allá, a la sociedad que no entiende de euforias ni victorias que se cantan por adelantado. Es posible, sí. Pero entre la mesura y el triunfalismo debe existir un punto medio que no sea necesariamente el aburrimiento.

Sobre todo porque el presidente del PP comenzó su discurso con una verdad que puede ser compartida por gran parte de la sociedad. Dijo Rajoy: «Lo que le importa a los españoles ya no son nuestras críticas al Gobierno sino nuestros propósitos». Cualquiera que se pasee por las encuestas, las mismas encuestas que otorgan el triunfo al Partido Popular, comprobará que la bronca política hastía a la sociedad. En esta fase final de la legislatura, ya no hace falta explicar más veces que el Gobierno de Zapatero se ha equivocado mil veces porque eso forma parte ya del vecindario; lo que se espera del Partido Popular es justamente eso, que se aleje de la trifulca, del cruce permanente de las declaraciones y las consignas, y que comience a avanzar sus propósitos sin vaguedades. Reformas, sí, pero cuáles. Recortes, sí, pero cuáles. Leyes sí, pero cuáles.

Sostiene Rajoy, y éste fue su lapsus político, que «en tiempos difíciles, hay que decir la verdad». Hombre, la aspiración ingenua de los ciudadanos es que los políticos digan la verdad siempre, corran los tiempos que corran. Pero no está mal para empezar. Porque como él mismo añadió, «la confianza –que era el lema de esta Convención– no se regala, se merece».

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