El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

17 enero 2011

El legado



Sí, es así como dicen en el PSOE, Chaves forma parte del legado de los andaluces de ahora, de este tiempo. Ha estallado en el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía el escándalo de las subvenciones de Chaves a la empresa en la que trabajaba su hija y en el PSOE nos han recordado a todos que Chaves no es como el común de los mortales, no puede afectarle una sentencia, ningún varapalo judicial puede tocarle la piel ni rozarle la imagen porque Chaves forma parte del legado de los andaluces. Legado, sí. Chaves es exactamente eso, aquello que se transmite a las generaciones posteriores, sea cosa material o inmaterial. Y Chaves es ambas, cosa material y cosa inmaterial. Chaves es cosa, concepto más allá de la política, más allá de su persona. Es cosa material por su forma de entender la política y es cosa inmaterial porque en él se explica la realidad del pueblo andaluz. Chaves es la señal indeleble que se colocaba en las riadas de los pueblos, hasta aquí hemos llegado.

Chaves es nuestro legado, cosa material, como aquella tortilla del clan con Felipe Guerra y los demás; el único superviviente en la política activa de aquella foto de los orígenes del Partido Socialista que conocemos, quizá el político más longevo de Europa, el dirigente que siempre ha sabido eludir los problemas, los riesgos internos, la persona que mejor ha interpretado que el poder es un valor en sí mismo y lo esencial es conservarlo. Lo importante del poder no es utilizarlo como arma de transformación de una sociedad, sino que lo fundamental para un político como Chaves es retener el poder. Nadie eres en política si no tienes poder y Chaves ha logrado permanecer en el poder más tiempo que nadie. En 1977 ya era diputado en el Congreso, en 1986 fue nombrado ministro. Después, diecinueve años como presidente de la Junta de Andalucía y luego dos años más como vicepresidente del Gobierno. Ese es nuestro legado, sí, el de un hombre que lleva 45 años representando a Andalucía sin haber logrado transformar nada de Andalucía. Cuando, en algunos escarceos biográficos, le han preguntado por su gestión, Chaves ha contestado: “Sobre todo me siento orgulloso porque yo creo que en la última década, Andalucía se consolidó como un poder en el resto de España. Y eso se evidenció a partir de la llegada del PP al Gobierno de la nación”. No podría haber dicho que se siente orgulloso de haber superado el paro, ni el fracaso escolar, ni de haber conquistado la excelencia universitaria, ni de haber dotado a la Justicia andaluza de los mejores medios de España. No hay mejores colegios ni mejores hospitales. Por eso, de lo que Chaves se siente orgulloso es de haber convertido a Andalucía en un poder dentro de España, un virreinato o una baronía política con la que poder doblegar al partido adversario y asentar los reales en el propio.

Chaves es nuestro legado porque explica nuestra realidad. Chaves representa el legado de un partido a una sociedad tras treinta años de gobierno ininterrumpido. Ese hombre que ven ahí, que fue presidente de la Junta de Andalucía, que benefició a sus hermanos, que concedió subvenciones a la empresa de su hija, ese hombre que ahora se sienta en el banco azul del Congreso y bosteza, es nuestro legado. Chaves. En esa imagen, en ese cuerpo, en esa realidad, está el legado que el PSOE le ha dejado a Andalucía.

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