El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

29 septiembre 2010

Mi pillo favorito



De todos los pillos de la Malaya, mi preferido siempre ha sido Carlos Fernández, que me invitaba a rusas en Marbella como quien invita a ensaladilla en la Alicantina. Rusa por supuesto. La ensaladilla. Descolgabas el teléfono, y después de una conversación en la que juraba en arameo por la legalidad de todo lo que hacían en el Ayuntamiento, el tipo relajaba el tono e invitaba a una noche de lujos y desmesuras. El conocía mi respuesta, claro, siempre la misma, pero quizá por eso insistía en cada conversación, quizá porque se entretenía jugando con alguien como yo, bordeándolo, tentándolo, o porque le gustaba arrimarse al periódico con el morbo de un torero, para tocarle las asta al toro que había empitonado a tantos de su alrededor.

De todas formas, mi pillo favorito, que ahora está en búsqueda y captura, siempre se paseó por las redacciones de los periódicos y por la política con el traje bien planchado de azote de la corrupción del Gil. Carlos Fernández, Carlitos Fernández, como le decían algunos en Marbella, se presentó en un congreso del Partido Andalucista y, en muy poco tiempo, ya se codeaba con los más veteranos de la dirección nacionalista y les daba lecciones desde la tribuna de oradores. «¿Quieren saber ustedes qué es la renovación? Yo soy la renovación», le oí decir en un Congreso andalucista y, desde entonces, mi fascinación por su desparpajo sólo fue en aumento. Se hizo andalucista como un día se hizo gilista, por el mismo proceso mental que llevó en su día a Jesús Gil a pasar de empresario extorsionado por alcaldes corruptos, a hacerse dueño de aquella fábrica de comisiones ilegales. Estar a un lado u otro de la corrupción sólo era para ellos una cuestión de rentabilidad.

Mi pillo favorito, condenado por el Supremo en una de las causas que tenía pendiente de su primera etapa en Marbella, debía esconder, además, algunos secretos inconfesables. Se hizo amigo y pariente, al menos eso decía, de uno de los grandes enigmas de Marbella, el potentado Binstock, del que hablaba como si fuera un abuelito humilde, un incomprendido benefactor. Una vez se ofreció a presentármelo; le envié por correo un cuestionario de las preguntas que pensaba hacerle en la entrevista y nunca más volvió a sugerirlo. Con Roca, volvió a pasarle lo mismo.

Antes de desaparecer, o de que lo desaparecieran en algún aeropuerto sudamericano, llamaba por teléfono y se pavoneaba con la retransmisión de todo aquello que iba a ocurrir en el caso Malaya, las detenciones que estaban por venir. Era cuestión de venganza, vendetta sin reparos. Decía que, igual que un día le juró a Gil que lo mandaría a los tribunales, ahora le ocurriría lo mismo a las dos mujeres que lo echaron del gobierno municipal. ¿Confidente de la Policía? ¿Testigo protegido? En la Policía lo niegan, sí, pero nadie ha explicado aún cómo es posible que Carlos Fernández se fugara con tranquilidad muy pocas horas antes de que se dictara su orden internacional de búsqueda y captura. Estaba en la trama y, de todos, sólo él desapareció un cuarto de hora antes de que lo imputaran. La policía archivó su búsqueda. Caso cerrado. Ahora dicen que anda por Marruecos, algún verano dicen que lo han visto en las fiestas de Marbella con una peluca de rizos y unas bermudas de flores y otros afirman que sicarios sirios lo buscan por unas cuentas pendientes. Fernández, qué tipo. Un pillo de novela, más propio de un guión de Bielinsky, como aquel de Nueve Reinas. Carlitos, qué pillo. Por esa naturalidad para cometer el delito como si invitara a ensaladilla. Rusa por supuesto. La ensaladilla.

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