El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

18 agosto 2010

Desasosiego



Nos cansamos de todo, menos de comprender, dijo el escoliasta. Nos cansamos de todo, menos de intentar comprender a la naturaleza, añado yo ahora con la sencilla pretensión de colocarle una anotación a pie de página a este día en el que la naturaleza se ha desbordado otra vez y nos ha arrasado. Para que se sepa quién manda en este mundo, para que nadie olvide que miles de años después somos hijos y esclavos de los dioses primeros del hombre; el agua, la tierra, el fuego y el viento. Para que nadie tenga jamás la tentación de pensar que es el hombre quien domina este mundo, porque nada aquí es tan implacable como el capricho de la naturaleza. Para que reparemos otra vez en que nunca podremos superar lo efímero, lo intrascendente, lo vulnerable, cuando la comparación se establece entre el hombre y la naturaleza que le rodea.

Hace tres días, cuando en Andalucía el sol abrasaba las aceras y asolaba con un silencio espeso las avenidas, pensábamos en el contraste de las inundaciones en La India y Pakistán. Pero sólo eran espejismos de este tiempo de noticias paralelas; sólo era la falsa sensación que nos produce la información simultánea y sin fronteras la que nos conduce al vértigo de pensar que vivimos constantemente en los extremos. Ilusionistas sobre el alambre. Pero llegaron las doce de la noche y una tromba de agua sorprendió a Córdoba. Un hombre salió a recoger dos patos pequeños de sus hijos y se le cayó la casa encima. A otros los arrastró la crecida violenta de un río. Pero ya no era en Pakistán, ya no eran ríos desbordados en la India, sino en Córdoba, donde hace dos días los termómetros se disputaban el record del calor. En Córdoba, a doscientos kilómetros del mar en calma, de turistas bronceados, de helados de vainilla y noches de estrellas.

Nada produce más desazón que el desorden de la naturaleza porque nos hemos acostumbrados al orden meticuloso de las estaciones del año; miramos al cielo como a una estantería bien ordenada, el frío y las lluvias pertenecen al invierno igual que los jazmines sólo perfuman el verano; las hojas doradas se caen de los árboles en otoño para que en primera se cierre el círculo con los primeros brotes verdes. Caminamos en círculo por las estaciones del año porque siempre buscamos la certeza de volver a empezar. Cuando esa lógica se rompe, como anoche en Córdoba, no son las inundaciones las que nos sorprenden, las que nos angustian, sino la incertidumbre que provoca el ritmo roto del tiempo natural; el desasosiego de los ritos alterados. El barro esparcido por el zaguán de las casas no le pertenecía a este verano, los muros derrumbados y los ríos desbordados no le pertenecían a este calor, a este aire sahariano. Esas muertes de Córdoba no pertenecen al verano, por eso el desconcierto.

Decían los griegos que lo primero fue el caos, que la naturaleza era una masa informe llamada Caos porque el frío y el calor, la sequía y la humedad, los mares y las playas, los ríos y las riberas se confundían y chocaban continuamente. Hasta que llegó un dios, una voluntad omnipresente, para ordenarlos. Desde los griegos hasta hoy mismo, nos cansamos de todo menos de intentar comprender que es la naturaleza la que domina el mundo, que sólo ella es capaz de dominar el Caos.

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1 Comments:

At 19 agosto, 2010 02:43, Blogger la aguja said...

Permítame a mí ahora ponerle una nota a pie de página a usted: ¿capricho de la naturaleza? y ¿desorden de la naturaleza? Quizá para empezar a comprender habría que comenzar a pensar en "necesidad de la naturaleza" y en "ordenamiento de la naturaleza", si es que tuviéramos algo que "comprender", que a lo mejor no tenemos más que "aceptar". Saludos (he llegado a este artículo por recomendación de un amigo).

 

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