El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

07 junio 2010

El puente



Zapatero y Griñán cada vez se parecen más en lo mal que hablan de ellos en su partido en cuanto vuelven la espalda. Cada cual con su carácter, cada uno con sus formas y sus estrategias, la cuestión es que los dos generan en el personal dirigente y militante una sensación de inseguridad, de desconcierto, que trae a todos de cabeza. Lo peor que le puede ocurrir a un líder es que la gente no sepa a dónde va, ni de dónde viene, ni qué puede pasar mañana. Sobre todo en los malos momentos, hace falta un líder. Cuando las encuestas se derrumban y el partido se rodea del halo del perdedor, la militancia busca al líder para recobrar el aliento, el optimismo; cuando las cosas no van bien, cuando parece que las noticias son siempre malas, la gente busca una referencia, una explicación, una salida. La crisis es el peor momento para que desaparezca el líder, para que se diluya, y eso es lo que le está ocurriendo al PSOE.

En el caso del presidente Zapatero, el desconcierto que provoca es llamativo porque, en realidad, es muy probable que su declive no se deba tanto a sus cambios como a los cambios de su entorno. Es decir, lo que ha cambiado en el liderazgo de Zapatero no es Zapatero sino España. Es la dureza de la crisis la que ha resaltado la nadería del zapaterismo, su peligrosa inconsistencia como formulación política, de forma que ‘las ocurrencias’ que antes podían levantar controversias pasajeras, lo que despiertan ahora es una oleada de rechazo y de indignación. Desconcierto. Ahora las crónicas políticas repiten siempre la misma secuencia: los dirigentes del PSOE que se sientan con un periodista a tomar un café para confesarle off the record su sensación de que «no hay nadie en la cabina de mando». La sensación es errónea: en la cabina de mando siempre ha habido alguien, con aguas calmas y con aguas turbulentas, lo que no ha habido nunca es un plan de viaje.

Con Griñán ocurre lo mismo: el desconcierto y hasta el nerviosismo se palpa en cuanto se cruzan problemas de cierta consideración. Ya pueden ser las cajas de ahorro o los nombramientos en el partido. Nadie puede aclarar con precisión cuál es exactamente la estrategia política que se sigue en esos casos, quizá porque tal estrategia no existe. Es tanto el desconcierto que ha comenzado a rodear la figura política de Griñán que está llevándole a cometer algunos errores inesperados, como sus tropiezos en el parlamento en las sesiones de control con la oposición. Si algo tenía acreditado Griñán es que era un buen orador, un parlamentario correoso, cualificado; pues ya ven, en un año sus meteduras de pata ya han superado a Chaves porque lo de antes era dislexia y lo de ahora es inseguridad.

«Quien quiera ser líder debe ser puente», dice un proverbio galés y parece claro que el personal lo que ve en Zapatero y en Griñán es una pasarela endeble, de palos y cuerdas podridas, como las que sale en las películas de Indiana Jones para atravesar el desfiladero que encauza un río de aguas turbulentas. Para cruzar esta crisis hace falta que alguien ofrezca un puente seguro.

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