El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

19 febrero 2010

La trampa del consenso



El consenso, en una democracia, no siempre equivale a eficacia pero, con la aureola de perfección que tiene el concepto, a ver quién se atreve a decirlo. Como el consenso es una de las palabras benditas del buenismo, no hay dios que se atreva a decir que los sinónimos de consenso no son acuerdo, bondad y eficacia. Puede ser justo al contrario; puede suceder incluso que la invocación al consenso sea la mejor excusa para no hacer nada, o que la exigencia del consenso se convierta en una traba antidemocrática. Esa es la trampa del consenso.

Hace unos años se publicó en España un libro que, justamente, se titulaba así: ‘La trampa del consenso’. Con un magnífico prólogo de Sosa Wagner, el periodista alemán Thomas Darnstädt describía el absurdo y al bloqueo al que había llegado el estado federal alemán por culpa del consenso. En todos los sentidos, desde el gobierno federal hasta los gobierno de las regiones o länder, la exigencia del consenso llevó al país al bloqueo más absurdo. Un párrafo del libro: «En el Estado, ya nadie tiene la última palabra, pero todos pueden oponer su veto. Dado que la federación y los estados regionales, los partidos y los grupos parlamentarios, el canciller y los compañeros de coalición, las asociaciones y el tribunal constitucional, continuamente se obstaculizan entre sí, ya sólo es posible la toma de decisiones por consenso. La vía democrática, en la que las decisiones son tomadas por mayoría de representantes electos, está bloqueada». Creo recordar que, años después, en Alemania se impusieron una serie de reformas que suponían el recorte de competencias de las regiones en beneficio del estado.

En España compartimos buena parte de esa incapacidad en muchas competencias que al transferirse a las autonomías ha derivado en ineficacia en absurdas contradicciones, pero el debate de ahora es distinto: el consenso se utiliza ahora como excusa ante los problemas. La crisis económica que padece España no tiene que ver en absoluto con la falta de consenso. Se repite como un automatismo que si no hay consenso la situación política quedará bloqueada. Es un disparate. El bloqueo sólo sería cierto si el Gobierno no pudiera aprobar sus medidas económicas por falta de apoyo parlamentario, pero eso no ha sucedido hasta el momento. Todas las iniciativas del Gobierno de Zapatero han salido adelante, luego no existe bloqueo alguno. El problema es otro; el problema es que si el país sigue en recesión y el paro sigue creciendo es que esas medidas no han dado resultados.

En Andalucía, con una mayoría absoluta del partido gobernante, la invocación al consenso es todavía una excusa más palpable. Lo dijo ayer el presidente Griñán en el Parlamento. La Junta de Andalucía, dijo, ha aprobado desde hace dos años todo tipo de medidas para la reactivación económica. «Y con las medidas adoptadas, pronto veremos la salida de la crisis y saldremos fortalecidos, porque las medidas que se han adoptado aquí son más eficaces que las que se han tomado en otras partes». Con ese pensamiento firme, en el debate económico que ha celebrado el Parlamento andaluz, el PSOE rechazó todas las propuestas del PP y todas, menos una, de Izquierda Unida. ¿Es el consenso el problema? No, evidentemente. La falta de consenso en España no es la causa por la que no salimos de la crisis. La falta de consenso es la trampa.

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