El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

09 noviembre 2009

Cultura política



Para cualquiera que haya trabajado en la redacción de un periódico o de una radio, incluso para cualquiera que se haya aficionado a los relatos o las series sobre los periodistas, le resultará familiar el grito de estupefacción, “¡Es que no lo entienden!”, con el que los redactores de The Dally Telegraph recibían las noticias de la Cámara de los Comunes al publicarse la primicia de los sobresueldos, las dietas y las facturas que los diputados cargaban al erario público, desde hipotecas hasta comida para perros. El escándalo entre la ciudadanía era mayúsculo y la clase política británica se enrocaba, presentaba como soluciones promesas de transparencia que se apilaban sobre las anteriores; no lo entendían y, pese a la vergüenza de aquellas facturas, se presentaban ante la sociedad como víctimas de la podredumbre de aquel sistema.

Por aquel escándalo que destapó el Telegraph acabaron dimitiendo el presidente de la Cámara de los Comunes, una docena de ministros y un centenar más de parlamentarios que no volverá a presentarse a unas elecciones. Aún así, William Lewis, director del Telegraph, recordaba estos días en España, a raíz de los premios periodísticos que convoca EL MUNDO, que “unas simples dimisiones no modifican la política”. Y añadía: “Lo que ha cambiado en realidad es la cultura política: La ciudadanía ya no va a aguantar más la sensación de disfrutar de unos derechos sin límite que han emponzoñado prácticamente a todos los parlamentarios, salvo a una honorable minoría”.

Pero, ¿de verdad ha cambiado la cultura política? Es evidente que el personal cada vez soporta peor las noticias sobre los excesos de la clase política, pero sólo un optimista patológico puede llegar a pensar que la ciudadanía ya no va a aguantarlo más. Para que eso suceda, para un cambio real de la cultura política, el ciudadano cabreado, hastiado, necesita previamente de mecanismos eficaces para remover la estructura de partidos actual. Dicho de otra forma, si la irritación ciudadana no logra canalizarse y hacerse presente en el sistema, nada cambiará porque el malestar no pasará de charlas de café y, en todo caso, de un aumento progresivo de la abstención; crecerá la desafección hacia la política, como se plasma a diario en los sondeos. Y todos los intentos habidos hasta ahora para trasladar a las urnas ese cabreo sordo ciudadano se ha esfumado el día de las elecciones, en el que vuelve a prevalecer el juego clásico de los partidos políticos.

A poco que distanciemos la mirada, observaremos que la burocracia política ha crecido de forma exponencial (especialmente en España, con la aparición de una clase política nueva, la autonómica) y toda ella reproduce los mismos vicios, a la escala correspondiente. Así, por ejemplo, los sobresueldos que se conocen hoy de los miembros de la Cámara de Cuentas andaluza serán mayores o menores en cuantía que otros escándalos de abusos, pero pertenecen al mismo patrón; surgen de la misma concepción de la política como un privilegio, la misma lógica que llevó a los lores británicos a considerar normal que sus facturas domésticas se cargaran en el presupuesto general. ¿Cambiar de cultura política? Sí, esa es la asignatura pendiente. Pero de momento no hay profesores que la impartan.

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2 Comments:

At 09 noviembre, 2009 18:07, Blogger Panduro said...

Creo que la cultura del subsidio también está ligada a este tema, en cuanto anestesiante de la irritación ciudadana y como coartada demagógica de los políticos.

 
At 09 noviembre, 2009 20:37, Blogger canalsu said...

Olla

 

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