El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

04 julio 2009

Equivalencias


Ahora que las tropas de Estados Unidos han comenzado a replegarse en Irak, en España se cosechan los absurdos como fruta madura del verano. Ojo a este análisis: «Estados Unidos se marcha de Irak y deja un país sin estado; antes por lo menos tenía estado, un estado dictatorial, pero un estado». Desde le principio de la guerra de Irak ha ocurrido lo mismo, parece imposible diferenciar los errores de Estados Unidos -brutales, garrafales, inadmisibles– del incuestionable derecho de todos los países, de todos los pueblos, de vivir en libertad. Como de lo que se trata es de explotar la vena antiamericana, no se puede asumir ningún argumento del que pueda beneficiarse Estados Unidos, como el derecho de Irak a vivir en democracia, libre del tirano Hussein. De ahí que se llegue al disparate de antes, «dictatorial, pero un estado».Observarán que lo grave no es ya el odio antiamericano, sino que esa ceguera provoca un estado de opinión en el que no se distingue ni lo más elemental.

Hace unos días, en la Universidad de Granada, Mario Vargas Llosa razonó sobre esta degeneración del pensamiento occidental cuando advirtió que «han ido desapareciendo del vocabulario, ahuyentados por el miedo a incurrir en la incorrección política, los límites que mantenían separadas a la cultura de la incultura, a los seres cultos de los incultos». Podría añadirse, en esa línea, que uno de los mayores ejemplos de esa degeneración es el invento de la ‘Alianza de Civilizaciones’, sencillamente porque se juega con las palabras, con las acepciones, y se acaba equiparando cultura con civilización, cuando es evidente que no todas las culturas merecen llamarse civilizadas. Culturas, muchas; civilización, sólo una. En palabras de Vargas Llosa, «una cosa es creer que todas las culturas merecen consideración y otra muy distinta creer que todas ellas, por el mero hecho de existir, se equivalen».

Ocurre, además, que, a partir de esa ‘equivalencia’ se sostiene que es una ‘agresión’ «exportar la democracia» a esos países porque ‘violentaría’ sus culturas. O sea, que un coche bomba en un mercado de Bagdad, un atentado suicida en un colegio electoral o en una cola de hombres y mujeres que buscan empleo jamás se interpreta como el pulso terrorífico del fundamentalismo islámico para impedir que triunfen los planes de democratización, sino que, de nuevo, la culpa será de quienes, irresponsablemente, pretenden ‘exportar la democracia’.

Pero, ¿qué ocurre cuando, en vez de en Bagdad, es aquí, como estos días en Cádiz, donde se descubre una célula islamista que prepara a terroristas suicidas? ¿Verdad cuando nos afecta nadie sostiene que la culpa es de la democracia, que violenta su cultura? La equivalencia no es sólo relativismo; la cara oculta de lo políticamente correcto es la insolidaridad, la mirada esquiva ante la injusticia que afecta a otro. Y también se vende como progresista.

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