El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

10 junio 2009

Dignidad


Cesare Pavese sabía de la vida que, al final, «no se recuerdan los días, se recuerdan los momentos». La frase la dejó anotada en su diario un día de julio de 1940, diez años antes de suicidarse en una habitación del hotel Roma de Turín, con una sobredosis de somníferos, por una sobredosis de amores frustrados, tras una sobredosis de angustia acumulada. Pero antes de reparar en que no hay felicidad en acumular días en el calendario, el pensamiento de Pavese ya señala la predestinación del suicida que sabe que, antes o después, acabará matándose.
Sencillamente, porque no imagina ningún otro final, porque la dignidad, según la entiende, está en elegir el momento de la muerte: «Aparte de la cuestión del mayor o menor dolor, hay que tener en cuenta que querer matarse es desear que la propia muerte tenga un significado, que sea una suprema elección, un acto inconfundible».

He recordado la angustia de Pavese cuando los del Gobierno andaluz hablaban ayer de la vanguardia que supone regular por ley en Andalucía «el derecho del paciente a una muerte digna». No veo yo tan claro que haya dignidad en la muerte, sino en la vida, a no ser que se comparta la vocación suicida de Pavese, pero todo esto formaría ya parte de un largo debate filosófico antes que de las materias que va a regular la ley andaluza, cuando se apruebe en el Parlamento, parece que por unanimidad. La cuestión ahora es que la nueva ley nace, como las otras, con la estúpida obligación impuesta de hacerse ampulosa, ‘Ley de Derechos y Garantías de la Dignidad de las Personas en el Proceso de la Muerte’. Habría que decirle a este personal que no es obligatorio hacer el ridículo con ese oropel rebuscado en la nomenclatura. Sobre todo cuando se trata de una buena propuesta legislativa; no porque innove nada, no porque suponga ninguna vanguardia médica, sino porque va a regular por ley lo que ya se venía practicando en los hospitales desde hacía años. Es decir, se regula, ahora como derecho, el sentido común de no prolongar artificialmente la vida de las personas cuando, clínicamente, científicamente, ya no hay ninguna solución, ninguna salida. La diferencia es esencial porque el sentido común de la sedación o de la desconexión de un aparato de respiración artificial ya no va a depender de la voluntad del médico, o de la orden religiosa que regente un hospital, sino que es un derecho que puede exigir el paciente enfermo o sus familiares, en determinados supuestos. Muchas veces, y sobre todo desde que existen las autonomías, se peca por exceso de legislación, se quiere regular todo. En casos como éste, sin embargo, es mejor que lo que ya era una praxis habitual en todos los hospitales se regule y desarrolle en un marco legal.

El debate que queda sin resolver es el de la eutanasia, el suicidio asistido. No lo resuelve la ley, quizá porque tampoco lo haya resuelto el hombre. La pregunta es por qué sentimos consideración y respeto por un suicida como Pavese, que se suicida por amor, o por alguna persona que, de repente, descubre una enfermedad incurable y se suicida para no hacer sufrir a su familia, y, sin embargo, negamos tajantemente que esas mismas personas puedan acudir a un hospital y solicitar su propia muerte. Y, como el turinés, dejar escrito en un papel: «Existe la inmortalidad y la inmensidad de la vida, pero hay más todavía. Es la vida misma, privada de su dolor sin respuesta».

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2 Comments:

At 12 junio, 2009 21:27, Blogger Concha Caballero said...

Javier, me ha gustado mucho. ¿Por qué no sacas de paseo más a menudo tu "yo literario"? Cada vez estoy más convencida de que hay más realidad en la literatura que en el periodismo. Un beso.

 
At 12 junio, 2009 22:09, Blogger Lopera in the nest said...

Javier, a mi también me ha gustado, como casi siempre.
Sobre todo eso de:

La cuestión ahora es que la nueva ley nace, como las otras, con la estúpida obligación impuesta de hacerse ampulosa, ‘Ley de Derechos y Garantías de la Dignidad de las Personas en el Proceso de la Muerte’.

Pero como es una discusión muy antigua y sin resolver insisto en que lo que no tiene solución es la muerte. Por eso no puedo estar de acuerdo con tu frase en al que mencionas que se aplique "el sentido común de no prolongar artificialmente la vida de las personas cuando, clínicamente, científicamente, ya no hay ninguna solución, ninguna salida". ¿Cuando científicamente se está seguro de que no hay solución. Porque lo que hoy no tiene solución mañana, o dentro de equis años puede tenerla. Es diferente presentarlo como el "suicidio asistido". Como Pavese pienso que tenemos derecho, individualmente cada uno, a decidir si seguimos o no seguimos con lo único que tenemos, la vida. Pero NADIE, insisto nadie, puede usurparnos ese derecho.

 

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