El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

04 junio 2009

Abstención


Una cadena de televisión le preguntaba el otro día al personal su opinión sobre la posibilidad de que Alemania, Suiza o Francia ganen las próximas elecciones europeas y la mayoría de la gente contestaba, según sus fobias con los vecinos, que muy bien, otros que no, que no, que gane España, o que ni fú, ni fa, que qué mas da. Algunos piensan que lo llamativo de este reportaje es que la gente no sepa de qué van las elecciones europeas y responda como si se tratara de la versión política de la Copa de Europa de fútbol. Pero no, en realidad, lo normal es que el personal no sepa nada de las elecciones europeas porque, por mucho que se empeñen en remarcar la importancia de las elecciones europeas, la realidad es que la Unión Europea, tal y como está constituida, es un ente gigante, amorfo, costosísimo y, en muchas ocasiones, inútil.

Lo del domingo, por ejemplo. Se dice, con razón, que el Parlamento europeo, con casi ochocientos diputados, es el único parlamento multinacional de todo el mundo que se elige por sufragio universal. Falta añadir que se trata, además, del único parlamento del que no emana un gobierno y del único de esa estirpe con una soberanía relativa, ya que su capacidad legislativa puede acabar enmarañada en la tela de araña del Consejo de Europa (donde deciden los ministros de cada país), la Comisión Europea (donde se sienta un representante de cada país) y, finalmente, del gobierno de cada país, que suelen atender antes a los intereses de sus respectivas naciones que a los mandatos europeos. Comprenderán que, vista desde lejos esa inmensa estructura burocrática, ese ‘cementerio de elefante’, que dijo el otro, lo extraordinario no es que el personal lo contemple con desidia, sino que lo realmente sorprendente es que las instituciones europeas sigan conservando algún prestigio entre la ciudadanía.

El final de la Unión Europea no puede, en suma, ser otro distinto al de una especie de confederación de los estados miembros y la elección de un solo líder europeo, elegido entre un parlamento soberano del que surge un único Gobierno europeo, compuesto por el partido ganador de las elecciones y no por cuotas de cada país, como ahora. Se dirá que el precio de ese paso es demasiado elevado para naciones como España, Italia, Inglaterra, Francia o Alemania que han escrito la historia de los dos últimos milenios y a las que, ahora, se les aboca, prácticamente, a desaparecer como tales. Y es verdad, el precio es grande. Sólo se verá la compensación si, por el contrario, comparamos ese precio con la factura que pasará el lento declive de la actualidad, el papel cada vez más desdibujado del viejo continente en la era de la globalización. Como el absurdo de estos días de elecciones en los 27 países miembros, 375 millones de personas van a votar y nadie sabe por qué.

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1 Comments:

At 05 junio, 2009 11:28, Blogger Mario Bilbao said...

La Unión Europea surge de un acuerdo político entre estados democráticos europeos que mantienen su soberanía. Incluso la Constitución Europea, caso de aprobarse, será un tratado que firman los estados de la Unión Europea. No existe un cuerpo político europeo que ejerza su soberanía a través de las instituciones europeas. La soberanía popular existe en el seno de cada estado miembro. Es cierto que los estados nacionales ceden parte de su soberanía a la Comisión y al Parlamento europeos para que gobiernen por codecisión, pero la última palabra la tienen los gobiernos nacionales. Por ello, las elecciones al Parlamento Europeo no despiertan el mismo interés que las elecciones nacionales.

 

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