El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

30 septiembre 2008

Mirabólica


La Policía llama ‘mirabólica’ a esa modalidad delictiva que consiste en aparentar lo que ni se tiene ni existe y, a partir de esa nada, hacer efectivo una gran cantidad de dinero a cuenta. Verán que se trata, al final, de una vulgar estafa, pero es de suponer que por la elevada cuantía de las mismas, los polis han decidido darle un nombre más internacional, menos casero; ‘mirabólica’, dicen, y ya suena a estafa parabólica, a estafa de grandes vuelos. En esas, por ejemplo, dicen haber sorprendido al ex presidente del Madrid Lorenzo Sanz intentando pegársela a un banco de Córdoba con una orden de pago multimillonaria, procedente de una empresa fantasma, con el único objetivo de obtener un certificado de depósito de esa cantidad que sirviera de garantía para algún crédito o alguna compra posterior. De la nada, se obtiene un aval millonario para adquirir un bien o un crédito que, cuando sea fallido, se quedará colgado del vacío porque nada era real.

Lo curioso de estas grandes estafas financieras es que los personajes que aparecen involucrados siempre responden al mismo perfil. Un personaje conocido (ex alto cargo o similar), un empresario tieso de alguna provincia española y un sudamericano que se hace pasar por broker y que, al final, resulta que tiene una colección de órdenes de búsqueda y captura por varios países. Otro personaje al que fichan de asesor, otro sudamericano y otro empresario, y por supuesto un paraíso fiscal, que también aparecen siempre, tanto que aquello debe ser como la calle Sierpes para este personal.

Debe ser, en fin, que la Policía nada más recibir un soplo, lo primero que pregunta es si hay un sudamericano, un tieso y un personaje público, y si le dicen que sí, ya no tiene dudas. «Esto es una mirabólica, que te lo digo yo. Déjate de tronchas en la sucursal». No hay más que fijarse, por ejemplo, en la extraña similitud que existe entre el episodio cordobés del ex presidente del Real Madrid y la extraña trama en la que aparece relacionado el ex consejero Montaner.

– Uff, qué pinta tiene… Si esto no es una mirabólica, le falta un cuarto de hora.

Ya, pero esperemos a que resuelvan los tribunales. A ver.

Ocurre, además, que, aunque estas estafas siempre existen, porque lo único inmortal en este mundo es la poca vergüenza, parece que es ahora, en tiempos de tiesura, cuando se nos muestran con más crudeza, que es como si viésemos descender a los buitres a dos palmos de nuestras narices para devorar los cadáveres que va dejando la crisis. Es el contraste de ayer, por ejemplo, estas noticias de escándalos financieros de miles de millones junto a la imagen repetida de la protesta de los obreros de Santana, como en los noventa, cuando se fueron a la grada de un mitin de Felipe González en Sevilla, y se volvieron de espaldas cuando comenzó a hablar. Se estrellaban las promesas en el muro de aquellas espaldas, de aquellos monos azules de Santana.
Felipe ya no está, pero como Chaves es tan longevo en política, las crisis le cogen de ida y de vuelta. Segunda crisis de Santana tras diez años de dinero público de la Junta. Se inyectan cientos y cientos de millones, se crea una apariencia de prosperidad y modernización y, al final, se descubre que no existe nada, que todo sigue igual.

– ¿Cómo dice? ¿Apariencia y luego nada? Pues que vayan buscando al sudamericano porque lo de Santana parece otra mirabólica.

Ya, pero en este caso, estaríamos hablando de estafas políticas y electorales y ésas, ya se sabe, no suelen contar aquí.

Etiquetas: , ,

28 septiembre 2008

Desvelo


A las seis de la mañana, harta de dar vueltas en la cama, cansada de secar las lágrimas en la almohada, cogió el móvil y le puso un mensaje a un amigo con la certeza de que eran horas de teléfonos apagados. Lanzó su mensaje al vacío como quien escribe sus deseos y tira una botella al mar para que vague desnuda hasta que alguien la encuentre. Errante como su sms lanzado al infinito de los satélites de comunicación. Lágrimas en el mar. Eran las seis de la mañana, nada se oía salvo la lluvia y el viento golpeando los cristales, y aquel mensaje de móvil que no esperaba respuesta era su único consuelo. «Quizá no lo entiendas. Llevo toda la noche sin poder dormir. Anoche al volver a casa, oí que Paul Newman se había muerto. Aunque te parezca absurdo y tonto, me siento mal. No puedo dormir. Un beso».

«Quizá no lo entiendas», decía, porque nos siguen sorprendiendo los sentimientos como una fuerza que no logramos dominar. Y eso nos rebela. Buscamos la certeza de lo tangible, nos encontramos en lo palpable, sentir es ver, tocar y saborear, y nos parece inexplicable que la muerte de un tipo como Paul Newman, que mañana seguirá existiendo para nosotros igual que lo hizo ayer, se atraviese con un nudo en la garganta. En las pantallas seguirá su cuerpo juvenil envuelto en una toalla, la mirada azul que atraviesa la tele. Distante, inalcanzable y añorado como una utopía. Galán, canalla y tirado, un picapleitos derrotado al final de su vida. Paul Newman seguirá en el Veredicto final, apurando cervezas y partidas de pinball en el bar, sorbiendo huevos crudos y vasos de whisky irlandés. Un abogado vencido por la vida, un hombre cansado que ha aceptado la derrota de no ser nunca lo que quiso. Hasta que de pronto lo rescata del pozo la autoestima que había olvidado. Y deja la bebida y el juego, abandona su dejadez para entregarle a una enferma en estado vegetal lo único que le queda, la dignidad.

Lanzó su mensaje de móvil al vacío pensando que nadie comprendería la bobada de pasarse una noche en vela porque se ha muerto Paul Newman. Pero es fácil de entender, ayunos como estamos de referencias, no se llora la muerte del actor ni de la estrella, que todo eso permanece en esta sociedad virtual, sino de la persona que ha sabido transmitir mucho más que los personajes que encarnaba en la ficción. No eran sólo sus ojos azules, ni su cuerpo juvenil, ni la sonrisa de pícaro. Ni siquiera la envidia de quien sabe envejecer. En la tele, cuentan su muerte y le oigo decir que «ahora no hay respeto; y no creo que la sociedad sea mejor por eso». Respeto, dignidad, belleza. Triunfo e inteligencia sin ostentación. Quizá pensamos que cuando se muere alguien así, se lleva consigo el ejemplo, se desvanece la utopía, pero ésa es la equivocación.

Paul Newman se ha muerto al llegar el otoño. En Veredicto final decía: «Actúa como si tuvieras fe y la fe nacerá en ti». Se lo he puesto de respuesta a su mensaje de móvil de la noche del desvelo. Para que seque sus lágrimas y esta noche vuelva a dormir.

Etiquetas: ,

25 septiembre 2008

Discapacidad


Cuando nació su hijo, buscó una excusa para dejarlo unas horas con su marido y se fue directa a la parroquia. Se arrodilló ante el Cristo crucificado y llorando le preguntó desconcertada qué había hecho ella para castigarla con una desgracia. Miraba al Cristo con ojos de silencio; lo miraba fijamente, desafiante, porque pensaba que el crucificado había traicionado su confianza. Lo miraba llorando porque se le había quebrado la certeza con la que creció desde niña, creyendo que sólo aquel Cristo era capaz de entenderla y de ayudarla. Estaba dolida porque en los ojos inertes de aquel crucificado había escrito el diario de su vida, y en los pliegues de aquel cuerpo torturado, en la paz de ese rostro de muerte serena, había inscrito cada una de sus esperanzas. “Nunca te he fallado, le dijo, y ahora tú me envías esta desgracia con mi hijo”. Cuando se iba, envuelta en el eco de sus pasos retumbando en la bóveda, se prometió no volver nunca más.

Quizá todo comenzó a cambiar la tarde que decidió acercarse a la asociación de discapacitados de la que le había hablado su marido. “No podemos seguir negándonos a aceptar la realidad. Hay muchas personas como nosotros que nos pueden ayudar”. Entró de la mano de su hijo y, nada más llegar, una de las profesoras la interrumpió al instante, cuando, como aquel día frente al crucificado, se lamentó de su desgracia. “Tener un hijo con síndrome Down es una bendición de Dios”.

Los años que siguieron le abrieron las puertas de un mundo que desconocía; le enseñó cómo la solidaridad logra vencer la angustia de las familias con niños autistas; que el compañerismo desborda la desesperación de los padres que se enfrentan al vacío de niños con síndromes desconocidos o minoritarios. ¿Cómo sobreponerse si no a la mirada perdida de un niño con parálisis cerebral? Entre todos se apoyaban, se comprendían. Ayuda, compañerismo, solidaridad, comprensión; aquella era la bendición. Y su hijo, claro… Por qué no había descubierto antes la sonrisa insobornable de un síndrome Down.

Estos días, las asociaciones de discapacitados de Andalucía le han pedido al defensor del Pueblo que alguien les explique porqué los engaña el Gobierno andaluz. Viven de rifas y de loterías; de las aportaciones de amigos, de hermandades y de las verbenas que organizan todos los años; han aprendido a subsistir sin esperar nada de la autonomía, aunque se conformarían con la décima parte del dinero que se tira en propaganda y lujos oficiales. Saben que para ellos no existe el Estado de Bienestar, sino el Estado de Caridad. Hace un año, firmaron un acuerdo para una ayuda mínima. “Nos parecía muy limitada, pero la aceptamos”. Y los han engañado. Ayer, en la radio, el presidente de una de esas asociaciones pedía, por favor, que nadie considere la discapacidad intelectual como una enfermedad. Es verdad, la única enfermedad social es la discapacidad moral y ética de quien es capaz de engañar a esas asociaciones. Esa es la única desgracia.

Etiquetas: , ,

Deudas


Vamos a ver, la deuda histórica de Andalucía no es de dinero. La deuda grande que tiene Andalucía es de vergüenza política, y ese capital nos lo han birlado desde el principio. La otra, la que llaman oficialmente la ‘deuda histórica’ es, en todo caso, un concepto distinto.

Vergüenza, sí. Esa es la deuda histórica de Andalucía. Y poco sentido tiene reclamar ahora la deuda estatutaria, casi treinta años después de haberla aprobado en una ley orgánica. Se derogó aquella ley que era el primer Estatuto sin que ningún gobierno de la nación la cumpliera y, peor aún, sin que ningún gobierno andaluz, todos del PSOE, la reclamase más allá de la conveniencia política del momento. Lo que está sucediendo estos días, el espectáculo de apariencias y desencuentros pactados entre la Junta de Andalucía y el Gobierno de la nación para no ofender a los socialistas catalanes en la negociación paralela de la financiación de la Generalitat, no es más que el final que cabía esperar de este esperpento, esta burla grande a los andaluces.

Vergüenza, sí. Porque el único sentido que tenía la deuda histórica cuando se incluyó en el primer Estatuto de Andalucía, el que nació de las entrañas del 28 de Febrero, fue el ansia de los andaluces de salir del subdesarrollo; que la democracia reparase más de un siglo de discriminación del desarrollo de Andalucía, discriminada como otros territorios de España para favorecer las industrias del único triángulo de poder que ha existido en la España moderna, Madrid, Bilbao y Barcelona. Frente a esa inercia, la deuda histórica ponía en manos de la autonomía andaluza su esperanza y sus sueños de justicia; su ilusión de disfrutar de las carreteras que no se habían construido, de los hospitales que no se habían creado, de las escuelas que no se habían abierto…

Vergüenza, sí. Porque la ‘deuda histórica’ no es un concepto nacionalista, ésa es la equivocación de muchos. No, la deuda histórica es un concepto que tiene que ver más con la justicia social y con la solidaridad que con la avaricia de las cosas. La deuda histórica andaluza buscaba la igualdad entre todos los territorios de España; que no es una exigencia como aquellas de los privilegios medievales del País Vasco ni tiene nada que ver con la desfachatez del déficit de la balanza fiscal que defienden en Cataluña. La ‘deuda histórica’ que reclamó Andalucía cuando se ganó en la calle su autonomía no tiene nada que ver con este mercadeo tramposo y vacío de ideas que negocia la Junta. Si se pierden los principios, si se olvida la meta, si ya no existe un por qué, lo de menos es la cifra. ¿Qué me importa que sean mil millones o dos mil, si esa cifra desaparecerá muy pronto en el mar billonario en el que flota la Junta de Andalucía?

Vergüenza, sí. Incluso ahora, cuando todo se ha olvidado. “Me hubiera gustado cumplir con el Estatuto” de Andalucía, dice Chaves. Como si el cumplimiento de las leyes fuera un asunto de gustos o de antojos. Presidente, la deuda histórica eres tú.

Etiquetas: ,

24 septiembre 2008

Freidores


Para engordar un poco más la gloria de Cádiz, unos científicos acaban de descubrir en unas cuevas de Gibraltar que hace treinta mil años los neandertales gaditanos, a diferencia de sus contemporáneos, también se alimentaban de pescado, además de animales herbívoros. En las cuevas en las que habitaban, los neandertales de Cádiz no sólo se iniciaban con el lomo de los ciervos, la leche de las cabras o los jamones de los jabalíes, sino que también se ponían púos de moluscos y de peces.

Vale, pero ¿qué supone este descubrimiento, qué tiene de novedoso? Para la comunidad científica, desde luego, se trata de algo excepcional, un hallazgo inesperado que rompe creencias anteriores sobre la alimentación de los neandertales. Pero eso es para la comunidad científica, porque en Cádiz preguntarán, con toda naturalidad, que dónde está el descubrimiento, que allí se ha comido pescado de toda la vida de dios, y no iban a ser menos los neandertales gaditanos, incluso aunque faltaran muchos miles de años para descubrir el papel de estraza y el freidor, que es como llaman aquí a las freidurías de pescado

La distinción esencial entre freidor y freiduría la encuentro en un libro al que, hace tiempo, le debía una merecida mención, la ‘Teoría y Praxis del gadita’ que ha escrito mi colega Juan José Tellez, algecireño descendiente de los primeros neandertales cuyos restos se encontraron, primero, junto al río Palmones, sin premio, y ahora en unas cuevas de Gibraltar. Pues bien, al releer ahora aquel libro, observo que es posible establecer una teoría sólida sobre el culto a los bares como método de análisis de la evolución humana.

Si fue la cocina la que, hace dos millones de años, separó al hombre del mono, como sostiene el antropólogo Richard Wrangham, de la Universidad de Harvard; si la especie humana es la única que cocina sus alimentos, de forma que esta costumbre ha sido clave en la evolución del hombre y en el gran desarrollo de nuestro cerebro y de nuestra inteligencia; si esto es así, es esencial el hallazgo de los neandertales gaditanos porque el descubrimiento del pescado como alimento es comparable al de la rueda, al fuego o, incluso, al litro de cerveza.

¿Qué otra cosa que los posos de la historia se puede encontrar en la barra de 'El Manteca', uno de los bares más celebrados de Cádiz? ¿Qué otro instinto, sino el que nace de una sabiduría milenaria, lleva a un gaditano a llamar a su hamburguesería 'Menoc Donald’? ¿Qué bares guardan leyendas como la del 'Ventorillo del Chato', que como todo el mundo sabe tiene un túnel subterráneo, de la época en la que la Atlántida era provincia de Cádiz, que une Europa con África? Freidores, bares, ventas, restaurantes, baches y güichis. Y cuando nuestro presente se haga prehistoria, encontrarán en Cádiz el cartelón del ‘El Submarino’ animando a su clientela: “No seas camello y bebe”. Y en la Universidad de Harvard dirán al verlo que, en efecto, la cocina y la bebida fue lo que hizo que el hombre se bajara del árbol para buscar una silla y un velador y comerse un papelón de pescado frito.

Etiquetas: ,

23 septiembre 2008

Salvajes



La izquierda española ya le ha encontrado la rentabilidad a la crisis económica. Tras un primer momento de turbación y duda, el PSOE ha descubierto que, en el fondo, la crisis económica supone una gran oportunidad de negocio electoral. Primero fue Felipe González, al señalar las contradicciones de la economía de mercado y del neoliberalismo por aplaudir ahora la intervención de los gobiernos para evitar el desastre financiero. La crisis –sostiene Felipe- ha acabado con la teoría dominante en los noventa de que el mercado, por sí mismo, es capaz de solucionar todos los desajustes.

La interpretación de González, hasta cierto punto razonable, debió parecerle tímida y pacata a la progresía que, muy poco después, lanzó en tromba a sus trovadores para que clamaran contra el capitalismo salvaje de los Estados Unidos. ¿Cómo resistir ante la oportunidad de una lucha contra el imperialismo yanqui? ¿Cómo perderse otra batalla contra ‘el trío de las Azores’, los halcones de la Casa Blanca, y Bush y Aznar con los pies sobre la mesa? Imposible claro. En adelante, en España, y sobre todo en Andalucía, ya no habrá otro debate, porque la crisis se ha reconducido al terreno habitual de todas las polémicas. “¿Qué es la crisis? La crisis es de derechas, de los neocón y de Aznar”. Ya lo proclaman en las tribunas Zapatero y Chaves y, tras ellos, todos los demás. ¿Cómo no haberle visto antes la ganancia a la crisis?

Por eso, porque volvemos a este laberinto inútil, que tanto cansa ya,
aconsejo un leve repaso por algunos de los ‘detalles’ que pasa por alto esta clac progre. Antes de su estruendoso catacloc, la financiera norteamericana Lehman Brothers no sólo no estaba considerada como un tiburón del capitalismo, sino que representaba todo lo contrario, un adalid de lo políticamente correcto. Políticas de paridad en los órganos directivos, medidas sancionadoras contra la discriminación sexual y un fondo de solidaridad creado con las aportaciones de los empleados y de la propia empresa, que doblaba la cantidad que donaran los primeros.

No sólo eso, además, Lehman Brothers era una de las abanderadas contra el cambio climático. En su informe sobre la economía y el cambio climático, “The Business of Climate Change”, la financiera vaticinaba el desastre del clima en el año 2100, el coste que ello tendría en la economía, y detallaba un abanico de recomendaciones a los inversores. Ya ven, qué cosas. Si no supiésemos que la culpa es del capitalismo salvaje, cualquiera diría que el problema de Lehman Brothers era de otra naturaleza. Quizá lo que dijo, cabreado, uno de los empleados de la firma en Londres: “Esto ha sido como entregar la herencia de un banco de 158 años al nieto más tonto”.

(Otro día hablamos de los créditos basura, porque tengo una duda: ¿Cuándo se debe considerar que un banco comete ‘capitalismo salvaje’ cuando concede créditos a personas con pocos recursos o cuando se los niega? ¿Las cajas de ahorro son también exponentes del capitalismo salvaje?)

Etiquetas: , , ,

22 septiembre 2008

El búnker



En alguna estantería de la Biblioteca Nacional, debe conservarse la foto de un homenaje en Sevilla a los hermanos Machado. En el centro de la foto, los poetas, y junto a ellos, uno a cada lado, el dictador Miguel Primo de Rivera y su hijo, José Antonio. La foto la destaca Francisco de Ayala en sus ‘Recuerdos y olvidos’ para reflexionar sobre la actuación de los intelectuales frente a un régimen político. Primo de Rivera, “un hombre de buena fe, bondadoso, caballeresco y humano, un andaluz simpaticón”, había dado un golpe de Estado en España, suprimió los partidos y las lenguas, para encauzar el país “con mano de hierro”. Y pese a ello, el dictador sólo era considerado “como un estorbo interino y nada más”.

Hubo intelectuales, como Unamuno, que se marcharon al exilio y clamaban “con feroces diatribas contra quienes él consideraba intelectuales indiferentes, o anuentes, o renuentes” ante el régimen impuesto por el dictador. Al final, Primo de Rivera cayó en cuanto cambiaron los vientos económicos y el desastre del 29 se llevó por delante los progresos. Lo cual, que Ayala acaba pensando que, en realidad, en un régimen como aquel, putrefacto y en declive, la mejor política era la indiferencia, antes que la tentación de tomarse las cosas por la tremenda, “pues la fruta iba a caer por su propio peso, de madura, y ya a medias en estado de putrefacción”. Y añade: “tal o cual poeta, tal o cual pintor, tal o cual periódico, tal o cual institución, eran o no putrefactos; la monarquía, putrefacta”.

Que en la Andalucía democrática existe un gobierno hegemónico que se maneja con estrategias de régimen político; que Chaves lo lidera con apariencia de hombre bondadoso y simpaticón; que no existe apenas contestación de los sectores independientes; que quienes censuran los abusos del poder se ven abocados a un ‘exilio’ interior en el que todo se les niega; todo esto es la descripción diaria de la vida en Andalucía.

Tiene razón el PP, el búnker andaluz existe. Pero después de treinta años de hegemonía, lo que menos falta hace es seguir con la oposición de las definiciones y de las palabras gastadas. Una oposición que danza frente al búnker, repitiendo constantemente que encarna el cambio, que va a ganar las elecciones que acaba de perder, es una oposición baldía. Una oposición que, como le he oído estos días a un alcalde del PP, justifica sus derrotas por la existencia “de una Andalucía subdesarrollada y dependiente”, sólo generará antipatías y se irá cerrando el paso.

Tiene razón el PP, existe el búnker y la complacencia. Pero si tiene prisa por promover un cambio político en Andalucía, que deje de danzar frente al búnker. Falta que, de una vez, demuestre la capacidad política para poner en apuros a ese régimen, que es lo que no ha sucedido hasta ahora, y para ilusionar al electorado. Eso o, como decía Ayala, que se siente a esperar que, con otra crisis como aquella del 29, caiga la fruta, ya putrefacta, de esta hegemonía que dura treinta años.

Etiquetas: , , , ,

19 septiembre 2008

Ciego


Un inmigrante ciego ha llegado a la costa de Almería. Es el primero que llega en una patera. Llegaban inmigrantes jóvenes y fuertes; llegaban mujeres embarazadas con la piel tersa y negra, y madres con niños en brazos y los ojos blancos abiertos de par en par. Llegaban pateras de menores que se arrojaban al mar precipitadamente para vencer a las olas y pisar tierra antes que nadie. Para ocultarse entre los arbustos y vagar de noche por las carreteras. Nunca había llegado un inmigrante ciego.

La angustia que sentimos en alta mar, el vértigo de vernos diminutos en una inmensidad incontrolable, el miedo de imaginar bajo los pies el pozo oscuro e interminable de un océano, sólo puede mitigarse cuando, a lo lejos, se atisba al fin el horizonte. El silencio inquietante de la mar, la amenaza persistente de las olas que vienen y van, que golpean la quilla; el sobresalto de los peces que suben a la superficie, saltan y se pierden de nuevo en la verde negrura de las aguas salinas. Ser ciego en una patera, ser ciego en la fragilidad de una lancha neumática en alta mar, es una doble ceguera. Porque intuye la amenaza del mar y no tiene el consuelo de echar el ancla de la mirada en un horizonte de tierra firme.

Un ciego sólo tiene la certeza de lo que palpa, de lo que es capaz de atrapar y acariciar entre sus manos. Pero el mar, en su inmensidad inabarcable, ingobernable, desconocida, siempre ha sido una lección de impotencia para el hombre. La patera avanza en alta mar y el ciego piensa que se desliza por las olas como un lagarto en el desierto, arrastrando la panza contra el infinito, duna a duna. Navega, y el ciego sólo puede oír el ruido del motor, monótono y renqueante.

Al llegar a la orilla, casi al anochecer, y aspirar la sal de la costa, habrá tenido la primera certeza del final de su pesadilla de alta mar. Habrá tomado aire hasta llenar los pulmones con la brisa cierta de la costa, y al oír el graznido de las gaviotas revoloteando sobre su cabeza, habrá querido gritar, feliz como el pescador que, roto por el dolor y el esfuerzo, alcanza el puerto tras vencer a la tormenta. Habrá agitado los brazos, moviendo las manos delante de la su cara, y al abrir la boca para gritar, alguien a su lado se la habrá tapado de golpe. «Pero qué haces, ¿acaso quieres que nos descubran?» Hubiera dado igual, porque hacía mucho rato que la patera avanzaba en el radar de la Guardia Civil, como un punto minúsculo en un juego de ordenador.

Un inmigrante ciego ha llegado a la costa. Al sentir la arena mojada bajo sus pies, habrá tomado un puñado para olerla. «Oye, que éste parece que es ciego», habrán dicho los guardias civiles al verlo detenido, inmóvil y solo, ajeno al trasiego de camillas de la Cruz Roja. La brisa marina se mezcla con el olor del linimento con el que cubren las quemaduras de la travesía. Sobre el hombro desnudo habrá sentido la mano, cubierta por un guante de plástico, de uno de los voluntarios. Luego el olor húmedo de unas dependencias policiales y nada más. En el silencio de su primera noche en el centro de acogida, otra vez perdido, habrá recordado de nuevo la inmensidad del mar.

Etiquetas: ,

17 septiembre 2008

Racismos


El racismo, ya lo sabemos, es una culebra que se alimenta de bobos y de torpes. Igual fomenta el racismo quien cierra los ojos a la realidad, simulando una falsa tolerancia, que quien carece de la menor sensibilidad para mirar más allá de su propio interés. A unos y a otros los tacharán de xenófobos y de racistas, y con seguridad no será así, que sólo se trate de torpezas y bobadas, pero queda claro que para alimentar el racismo no es necesaria la militancia en esa secta extrema y prehistórica.

Zapatero y Rajoy, por ejemplo. El presidente es uno de los mejores representantes de la bobería oficial, esa ideología de la nada que se limita al buenismo y a los fetiches, mientras que el líder de la oposición no deja de ofrecer muestras de una torpeza infinita cada vez que habla de inmigración, acaso por ser exponente fiel de la falta de delicadeza de la derecha en estos debates. Ninguno de ellos es racista, pero los dos suelen fomentar el racismo en España. Desastre a dos manos, o sea, como lo visto estos días.

Zapatero, en Turquía, ha hablado del orgullo que siente por el legado islámico en España. Nada habría que objetar a la evidente influencia de tantos siglos de dominación árabe, si no fuera porque el líder del PSOE introduce la palabra «orgullo», que es la expresión que jamás dedicará a cualquier otra etapa de la historia de España. Jamás acudiría Zapatero a un acto de la Iglesia para decir, como presidente, que se siente orgulloso de la herencia católica y romana, infinitamente más poderosa en la sociedad española que los rescoldos del periodo islámico, que, incluso en la Andalucía de hoy, no van mucho más allá del diccionario y de los monumentos. ¿Qué ocurre, entonces?Pues que podemos tener claro que ese desequilibro en favor del islam fomenta el racismo en una sociedad con el ochenta por ciento de católicos habituados a que el presidente sólo se refiera a la Religión Católica para invocar su laicismo.

Lo de Rajoy es otra cosa. El problema del líder del PP es tan elemental como la torpeza y la falta de tacto. Cuando el PSOE propuso el voto de los inmigrantes en las elecciones municipales, a Rajoy no se le ocurrió otra que contestar con exabruptos. «No hay nadie en España que no duerma porque los inmigrantes puedan votar», dijo. Tampoco, como le ocurre a Zapatero, se moverá guiado por el racismo, pero lo promueve.

Ahora, para ofrecer detalles de la crisis económica, ha recurrido a un abanico de tópicos rancios y falsos, como los andaluces que van a la vendimia francesa, y los ha vinculado a los inmigrantes que cobran el paro. Los andaluces, vamos a ver, no vuelven este año a la vendimia; los andaluces nunca han dejado de acudir a la vendimia francesa, tampoco cuando gobernaba el PP. Se van a Francia porque la peonada allí se paga mucho mejor, y ganan en quince días lo que en un mes en España. Y los inmigrantes que cobran el paro, ni les han quitado el trabajo en el campo a los jornaleros andaluces que se van a Francia ni hacen otra cosa que cobrar el paro por haber cotizado antes, como cualquier otro ciudadano.

Etiquetas: , , , ,

16 septiembre 2008

Federico


¿A quién pertenece el cadáver de Lorca? Ian Gibson y la Asociación granadina de la Memoria Histórica sostienen que los huesos del poeta son de todos; o al menos de todo el mundo menos de la familia, que es reticente a desenterrarlos. Por eso, estos días se oyen cosas tremendas, como que los huesos de Lorca son «patrimonio de la Humanidad» o que «la familia puede opinar (de la exhumación del cadáver) si las instituciones se lo consienten». Ni opinar siquiera, o sea. Chitón.
Los únicos que, por lo visto, pueden decidir son el juez Garzón y el historiador Gibson que son, precisamente, a quienes más se les nota que lo único que les interesa es su prurito profesional. El uno como juez estrella, el otro como historiador comprometido. Pero, ¿tiene algo que ver con la historia o con la Justicia la exhumación del cadáver de García Lorca? Pues ésa es la cuestión, que ni una cosa ni otra. Veamos.

En el caso de la Justicia, parece claro que ochenta años después del asesinato del poeta la apertura de cualquier proceso penal en la Audiencia nacional es un escándalo, antes que un absurdo. La mera hipótesis, como se ha especulado, de un juicio a Franco por crímenes contra la Humanidad lo dice todo. Sólo falta que el juez Garzón se haga trasladar al Valle de los Caídos la presidencia del tribunal, para dictar allí sentencia, con sus puñetas y su gomina, delante de la tumba del dictador. En el caso de la investigación histórica, tampoco están mucho más claros los resultados. Se podría saber en qué lugar exacto fue fusilado Federico y, con un informe forense, hasta podrían conocerse los disparos que recibió y cómo fue su agonía. Pero, ¿aporta algo esencial? Como sostienen algunos, lo razonable es que la investigación sobre Federico avance en el sentido contrario al que lo ha hecho hasta ahora; en vez de profundizar más en la deificación del poeta convendría presentarlo tal y como fue, una persona con virtudes y defectos y un escritor grandioso sobre el que también cabrá el debate sobre lo que realmente ha significado para la poesía española.

Queda un último aspecto, el personal. El que afecta a la memoria y al concepto de dignidad y reposición que tenga cada familia. Junto a Federico, en la fosa común, debe haber huesos de, al menos, tres o cuatro personas más. Y sostienen los expertos en Medicina Legal que, como mucho, se podrá verificar la identidad del 30 por ciento de los restos que se encuentren, contando siempre, claro, con que los descendientes se presten a las pruebas de ADN. ¿Puede forzarse a la familia de Lorca, que no quiere la exhumación, a que colabore con la investigación? Y más allá, ¿en una fosa común debe prevalecer el derecho de quienes quieren desenterrar a sus muertos?

Pienso en Federico, qué escribiría si le hubieran dicho que lo iban a fusilar en Granada y que, luego, removerían la tierra seca de su tumba para adorar sus huesos. Acaso otro Romance de la Pena Negra, donde las únicas piquetas que cavan son las de los gallos buscando la aurora. «Y deja tu corazón en paz, Soledad Montoya».

Etiquetas:

15 septiembre 2008

Inseguros


En enero de este año, la Escuela Andaluza de Salud Pública publicó un estudio sobre el estado emocional de los profesores. El resultado era desalentador: consumen un diez por ciento más de tranquilizantes que el resto de trabajadores porque conviven con un catálogo terrible de trastornos: estrés, irritabilidad, mal humor, depresión, agotamiento, absentismo laboral, bajo rendimiento, consumo desmesurado de alcohol y tabaco, migrañas, insomnio, úlceras y hasta impotencia sexual y micciones nocturnas. Lo cual, que esta mañana, podemos imaginar la escena en miles de casas. Palpando el pasillo tras una noche de insomnio, arrastrando las ojeras, llegan a la cocina aturdidos por la vuelta al cole. Absortos, miran su cajetilla de tabaco mientras dan vueltas y vueltas a la cucharilla del café. Y al fondo, desde la cama aún, se oye la voz de su pareja: «Cariño, ¿te has tomado la medicación para ir a clase?».

Profesores, gente de mal vivir. Que si ese cuadro de trastornos se recita sin más detalle, cualquiera pensaría que se refiere a una banda de cualquier cosa, tipos peligrosos y desalmados. Pero no, sólo son maestros. Y sostiene el estudio aquel que los trastornos que asolan al gremio se deben a una sola causa: los profesores se sienten inseguros. Inseguridad, vale, pero por qué. ¿Acaso por la certeza de tener que soportar una clase ingobernable, en la que un veinte por ciento de repetidores crónicos hará imposible hasta la convivencia? ¿Inseguros por la seguridad de que, ante cualquier conflicto con un alumno, la presunción de culpabilidad recaerá sobre el profesor? ¿Inseguros por el temor a las amenzas de un padre, al bofetón de una madre? ¿Inseguros por la convicción de que la mayoría de los alumnos no lo respetarán, que la autoridad es un cadáver que se guarda en los sótanos de cada colegio, junto a otros muertos ilustres de la educación española, como el mérito, el esfuerzo, la disciplina?

No, nada de eso. Lo peor de todo es que el estudio sobre los trastornos de los profesores conduce a la Junta de Andalucía a una conclusión peculiar. Dice así: «La inseguridad del profesor, sobre todo en Secundaria, no se debe sólo a la dificultad de la profesión. Es que a veces saben menos que los alumnos, por ejemplo de informática, y admitirlo delante de 30 chavales les puede suponer un problema». El deliro, o sea.

Si han visitado alguna vez el aula en la que Fray Luis de León impartía sus clases de Teología en la Universidad de Salamanca, quizá recuerden la rudeza de los bancos en contraste con el púlpito reservado para el maestro. Es el culto a la maestría, el respeto a la educación. Maestría, excelencia, el amor por la cultura y el conocimiento. Esfuerzo y preparación. Así avanza una sociedad. Si la vuelta al cole no tiene ese espíritu, la educación no tiene sentido. Y resulta que del púlpito del maestro no queda ya ni la tarima de las aulas, que también desapareció con la Logse, símbolo de la confusión extrema entre la igualdad de oportunidades y el igualitarismo. ¿Profesores? Bien pensado, es para fumarse un cartón. Comienza el curso. Benditos…

Etiquetas: ,