El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

26 junio 2007

Servido


Cuando unos policías se pasan una noche de lluvia apostados frente al domicilio de un delincuente, matando el sueño con café caliente en vasos de plásticos y la colilla del ducados pegada a los labios, no están de guardia ni de espera. Está haciendo la troncha. De largas noches de troncha, de la espesa niebla de tabaco en el interior de un coche cutre con dos policías dentro, han surgido las respuestas a muchos crímenes inexplicables, a sobornos insospechados y a robos que parecían perfectos. La troncha, o sea. Adoro esa jerga.

En la lucha antiterrorista, el seguimiento discreto de un coche utilizado por los delincuentes no es un caso de acecho o de búsqueda. Todo el mundo en la policía se da por enterado cuando se afirma que el coche viene «servido». Está marcado, chivateado por una baliza oculta en la carrocería. Gracias a vehículos servidos de ETA, se han podido desarticular algunos de los comandos más estables que ha tenido la banda terrorista en Andalucía. Por ejemplo, en marzo de 1998, cuando una autocaravana que venía ‘servida’ desde Francia, con la Guardia Civil pisándole los talones desde meses antes, llegó a una gasolinera de Alcalá de Guadaíra con 240 kilos de explosivos destinados al aparato logístico de ETA en Andalucía. Los vecinos del piso franco descubierto en Sevilla nunca lo hubieran sospechado; aquellos terroristas que comían torrijas en el bar y saludaban amablemente cada mañana, guardaban 440 kilos de explosivos, pistolas, subfusiles, un fusil con mira telescópica y siete ollas para coches bomba.

Lo incomprensible de todo este seguimiento minucioso es que un coche que es objeto de una investigación así acabe enredándose en las disputas policiales. La operación de la gasolinera, por ejemplo, concluyó con la detención de cinco terroristas en Sevilla, pero nunca se sabrá si ETA disponía entonces de más pisos francos en otras ciudades andaluzas. Nunca se sabrá porque un patrullero de Policía, que nada sabía de todo aquello, se fue directo a la gasolinera a detener a los terroristas franceses y abortó a medias la operación de la Guardia Civil.

¿Ha vuelto a ocurrir lo mismo con el coche de Ayamonte que ETA dejó abandonado con cien kilos de explosivos? ¿Por eso dice el SUP que la descoordinación entre la Policía y la Guardia Civil ha sido «un desastre sin paliativos»? Si el coche, como ha querido hacerse ver, venía ‘servido’ y fue abandonado al detectar los terroristas el control de la Guardia Civil, ¿por qué no ha habido detenciones?

A lo ocurrido en Ayamonte le faltan piezas, detalles de la jerga. Le falta el final. Esperemos que sea eso, sí. Porque si todo se explica por el azar y, otra vez, por la descoordinación de unos y otros, la aparición de un coche de ETA y una carga de explosivos que logra cruzar toda España en un momento de máxima alerta antiterrorista no parece una buena noticia. Que las buenas noticias no inquietan.

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