El Blog de Javier Caraballo

Javier Caraballo es periodista de EL MUNDO. Es redactor Jefe de Andalucía y autor, de lunes a viernes, de una columna de opinión, el Matacán, sobre la actualidad política y social. También participa en las tertulias nacionales de Onda Cero, "Herrera en la Onda" y "La Brújula".

30 noviembre 2005

Películas


Cuando el presidente llegó a Marbella, el pianista fue el primero en salir corriendo. Dejó el vaso de whisky sobre la tapa del piano y se fue a toda prisa por la puerta trasera. Los pianistas, ya se sabe, tiene un sexto sentido, parece que olfatean la bronca. Por eso, cuando la música dejó de sonar, un silencio espeso se hizo en la ciudad. Chaves bajó de un salto de su caballo. Nada más asentar el segundo tacón sobre el suelo, el leve tintineo de las espuelas se fundió con el sonido, a un tiempo, de todas las puertas al cerrarse. La calle quedó desierta en un instante. Hasta los rastrojos huían, soplados por el viento, rodando uno tras otro. Sólo entonces desenfundó. El shérif, atemorizado, contemplaba la escena desde las rendijas de una ventana del Saloon. No hizo falta que Chaves gritara su nombre y que dijera en voz alta lo que venía a buscar. No hizo falta porque, sólo con verle, el shérif ya se daba por muerto.
Debió ser así, claro. Una película. Otra cosa no cabe. Que ahora Chaves vaya a Marbella y anuncie, como si el difunto Jesús Gil acabara de ganar unas elecciones, que piensa quitarle las competencias urbanísticas a Marbella suena a peli del oeste. Marbella, vamos a ver, lleva veinte años incumpliendo la legislación urbanística. El último Plan General de Ordenación Urbana que se atiene a la legalidad data de 1986, quiere decirse, por tanto, que cuando Chaves llegó a la Junta de Andalucía en Marbella ya se construían casas ilegales. Por miles se han construido bajo el silencio de la Junta de Andalucía. ¿Y viene ahora Chaves, en plan pistolero? ¿Ahora? Venga ya.

No es verdad, además, como ayer se encargó de recordar el pertinaz Antonio Romero, que el Gobierno andaluz haya debido esperar a la Ley del Suelo para tener competencias sobre el urbanismo de Marbella, porque ya la Ley de Ordenación del Territorio, en su artículo 188, lo faculta plenamente para haber cortado de raíz el despropósito especulativo de Marbella. Jesús Gil, además, no se molestaba siquiera en disimular: «A mí de da igual que las zonas sean verdes o amarillas», dijo en una ocasión. ¿Dónde estaba entonces Chaves?
Tras la descomposición del GIL y la muerte de su fundador, vino el esperpento fugaz de Julián Muñoz que acabó es aquella desquiciante moción de censura. De los veinte años transcurridos, es justo ahora cuando el Ayuntamiento se encuentra más cerca de la legalidad. Quizá porque llega un momento en que no cabe especular más, que ya son suficientes ochenta mil viviendas ilegales que ningún tribunal, ni ninguna administración va a derribar.
De hecho, la Junta redactó hace un par de meses un PGOU y, que se sepa, el Ayuntamiento estaba cumpliendo los trámites legales de exposición al público. ¿Y ahora viene Chaves y desenfunda? ¿Ahora le va a arrebatar las competencias urbanísticas? ¿Ahora, a un año y pico de las elecciones? Cuentan que ayer, cuando Chaves se bajó del caballo, alguien habló de Gibraleón. Habrá que preguntarle al pianista.

29 noviembre 2005

Arabe



Hace unas semanas, cuando lo del nacimiento de la heredera Leonor, un periódico nacional publicó un artículo ficción sobre la España de 2023, el año en el que la futura Princesa de Asturias cumplirá la mayoría de edad. Sin cortarse un pelo, el artículo en cuestión vaticinaba que la heredera habrá completado sus estudios y hablará a la perfección en árabe, «la nueva lengua de los españoles». Toma ya.
Tenía olvidado aquel reportaje, archivado en la neurona de excesos españoles y maldiciones eternas, hasta que, ayer mismo, la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas hizo un comunicado en el que se congratulaba de que la Junta de Andalucía impulse la enseñanza del árabe como asignatura optativa en la ESO, y realice además un nuevo diseño curricular en las Escuelas Oficiales de Idioma. «Andalucía se convierte en pionera en la enseñanza del árabe. Ahora la medida debe extenderse a todo el Estado», proclamó feliz Abdelkarim Carrasco, el portavoz de la federación que, con ese nombre y ese apellido, da por explicada buena parte del resto de su curriculum.
Una vez más, como en tantas otras facetas de la vida política andaluza y española, los temores que suscita una noticia así no tienen nada que ver con la razón, sino con la profunda desconfianza que producen algunos de los gestores de la cosa pública, sobre todo de la enseñanza pública.
El árabe, como el chino, son dos idiomas de creciente influencia mundial y será lógico que se abra paso en las escuelas españolas como segunda o tercera lengua, tras el inglés o el alemán. Eso, como todo lo obvio, no lo discute nadie. El problema, el pavor, surge cuando esa tendencia razonable se analiza bajo la creciente esquizofrenia española, ese relativismo persistente de la propia historia, de las costumbres o, por supuesto, de una lengua que crece imparable en el mundo y se trivializa en su cuna.
A menudo, además, sucede que en España se adoptan las decisiones políticas sin reparar en la repercusión inmediata que tendrá en el exterior. Ahí está, por ejemplo, la última polémica surgida en la Unión Europea (y, por ahora, desactivada) para reducir el número de traductores de español, una vez que el esfuerzo mayor del Gobierno ha consistido en que se reconozcan como lenguas oficiales el catalán (que lo habla el nueve por ciento de la población española) o el vasco (el uno por ciento).
Si, como se repite machaconamente, «los pueblos y las personas se comunican con el lenguaje» (lo ha vuelto a decir ahora Abdelkarim Carrasco, por esta buena nueva del árabe en las escuelas andaluzas), lo razonable sería que todos aquí, nacionalistas e inmigrantes, se esforzaran en la lengua que tenemos en común, siquiera en correspondencia con el potente crecimiento del español fuera de España. ¿No es, acaso, ésa la integración más efectiva? Pues no. Ya ven. Leonor, la heredera, igual acaba estudiando con sus primos alauitas.

28 noviembre 2005

Inopia


Algunos periódicos abrían ayer sus ediciones con un titular grandioso que buscaba el mármol de la trascendencia histórica: «Zapatero abre hoy la Alianza de Civilizaciones». Dicho así, sonaba a Gila, o sea: ‘Queda inaugurado el entendimiento en el mundo’. De todas formas, la verdad es que, con su formulación actual –ya estuvo en vigor en la ONU en el 2001, el año de las Torres Gemelas–, la Alianza de Civilizaciones es una idea con la que nadie puede estar en desacuerdo. ¿Quién no está a favor de «contrarrestar la influencia de los grupos que fomentan el extremismo y la exclusión de los que no comparten sus visiones del mundo»? Nadie, claro. Absténganse iluminados y fanáticos.
Con conceptos tan genéricos como estos, no será raro que al cabo de unos meses se apruebe un documento de consenso. Es más, lo difícil de entender es que se precisen varias reuniones para ello. De hecho, en esta Alianza de Civilizaciones no está previsto que se propongan medidas políticas o económicas concretas, porque eso pertenece a otros foros, como la Cumbre Euromediterránea contra el terrorismo y la inmigración ilegal que se celebra en Barcelona. Y ahí es donde el desacuerdo no sólo se hace patente a cada paso que se da, sino que se observa la peligrosa tendencia de algunos dirigentes políticos, entre ellos el presidente Zapatero, para no trascender de la generalidad de su Alianza de Civilizaciones.
Para apreciar el contraste entre la nada de estas cumbres y la realidad, conviene muchas veces mirar fuera. Por ejemplo, al rey de Jordania, Abdalá Bin Hussein, uno de los grandes ausentes de la cumbre de Barcelona. Hace unos días, tras el atentado de Ammán, afirmaba: «El problema está dentro del Islam. En las escuelas y en las mezquitas debe decirse que la ideología takfir –base ideológica de Al-Qaeda, la condena a muerte de los no creyentes– no representa al islam. Se trata no sólo de educar a los niños en las escuelas, sino de entrar en la sociedad en su conjunto». Eso, por ejemplo, no lo dirá jamás Zapatero. Ni la Alianza de Civilizaciones.
Lo malo de esto último es que, cuando un dirigente político se escuda en el consenso que suscitan las declaraciones de amor, sin implicarse más allá, lo que provoca es que los problemas se eternicen y se agraven. Que no basta decir que hay que luchar contra el hambre en el mundo, la inmigración y la pobreza. O contra el terrorismo, que es malo. Eso ya lo sabemos. Se trata de decir cómo, exactamente. Y da la impresión de que al presidente Zapatero, como a otros dirigentes políticos, le interesa estratégicamente mantenerse en esa inopia. Más cómodo, digamos.
La inopia, por ejemplo, de iniciar una Cumbre como la de Barcelona sobre inmigración sin pronunciar ni una palabra sobre esa patera que ha dejado una marea de muertos en Almería. Ni una mención, ni un minuto de silencio. Nada. Inopia. Como cadáveres flotando en el mar.


Publicado en EL MUNDO de Andalucía el 28 de noviembre de 2005

26 noviembre 2005

Quimera


Es muy probable que, desde que nació, Marta sólo haya dado un portazo. Lo hizo el otro día. Le dio un portazo a su propia vida y se marchó. Deja al personal con el estruendo de esa despedida sin adiós, el espantoso ruido de un silencio impuesto. Nos deja con la amargura de haberla conocido y no haber evitado su muerte.
Marta, a sus veinticinco años, le ha dado un portazo a la vida. Tenía la nariz inquieta, los ojos brillantes y la sonrisa acentuada en los hoyuelos de la cara, tildes de su alegría. «Y el portazo sonó como un signo de interrogación», cantaba Sabina. Marta quizá se ha ido porque estaba sola. Eso me pareció cuando la conocí; eso pensamos todos cuando nos enteramos de su muerte. Que la soledad de estos tiempos es una pandemia que ningún organismo diagnostica. El primer mandamiento tendría que ser escuchaos los unos a los otros.
Dicen que ha sido víctima de un mal de amores, pero yo creo que nadie se muere de amor sino de incomprensión. «Esperar es una ocupación. Lo terrible es no esperar nada», decía Cesare Pavese. También él murió de amor. Como Larra. De amor siempre se ha muerto, es verdad, pero Marta no tenía ese final grabado en el subconsciente, como ellos. Marta ha sido, quizá, víctima de un tiempo acelerado, que no se detiene en escuchar. Nadie escucha a nadie. «Morir es duro, mas no poder morir, si todo muere, es más duro quizá». Lo escribió Cernuda. Desolación de la Quimera.
Le ha dado un portazo a su vida, la ha cerrado de golpe, y en el estallido se estremece esta ceguera nueva. Gente sola por la ciudad, que ya lo cantó Pedro Guerra. «Gente en el ruido y el humo de todos los bares./ Gente que en su corazón multiplica los panes./ Gente con ramos de flores./ Gente borracha de amores./ Gente que cava su fosa,/ que no puede más./ Pero qué sola está».
La globalización de la soledad, se diría. La sinrazón de una vida acelerada que no se puede detener en frustraciones cotidianas. Ni en amarguras pasajeras ni en desencantos ordinarios. La angustia es un nudo en la garganta, un trombo en esa parte del cerebro que gobierna nuestros sentimientos, un infarto de infelicidad.
«El exceso de información, de individualismo y de soledad nos tiene sobrecogidos y nos está convirtiendo en meros espectadores. Paradójicamente cuanto más sabemos del mundo y de otros mundos, más estamos perdiendo la memoria», le escuché una vez a José Chamizo, el defensor del pueblo, que navega a diario entre oleadas de soledad.
Marta le ha dado un portazo a la vida y, en el lugar en el que ella estuvo, los sitios que habitó, hoy sólo aparecen preguntas. Y en el aire se queda llorando una canción, una batalla perdida, una voz triste como ésa de Juan Perro que hoy suena por ti, arrastrándose por las aceras cuando, de madrugada, ya se ha cerrado el bar. «Fortaleza destruida./ No más tierra prometida./ Ni cadenas de pasión./ Corazón./ No más lágrimas».


Publicado en EL MUNDO de Andalucía el 24 de noviembre de 2005

25 noviembre 2005

Retórica


Cada tiempo tiene su retórica. La afirmación la realizó hace ya veinte años esa gloria viva de los andaluces que es Francisco Ayala, en un artículo de prensa en el que anteponía la advertencia de que, pese a su mala fama, la retórica no tiene el sentido peyorativo que se le atribuye (artificiosidad y mero convencionalismo), sino que debe contemplarse como el arte de usar eficazmente el lenguaje. El dominio de lo que se dice e incluso de lo que no se dice, se omite o se calla puede ser materia de retórica.

¿Cuál será la retórica de estos tiempos? Parece claro que, tras el último ciclo de elecciones en España, con cambios en el Gobierno de la nación, en el catalán y en el gallego (todo cambia, Chaves permanece), se ha impuesto una nueva forma de hacer política. El proclamado talante de Rodríguez Zapatero es, en este sentido, la retórica de estos tiempos. O por lo menos, el barniz con el que se adorna la gestión política y que, hasta el momento, está resultando un eficaz antídoto contra las críticas. Todo es talante, o sea.

Ocurre, sin embargo, que, como se viene advirtiendo desde el principio, el talante en sí mismo no es nada y la persistencia en esa Bavia, en esa nadería, llega ya a la exasperación. Esas cosas que hace Rodríguez Zapatero de llegar a Francia y, ante un problema monumental de diez mil coches incendiados y miles de jóvenes detenidos, sólo alcanza a decir, engolando la voz y en medio de grandes pausas, que “la violencia es mala… La violencia sólo tiene consecuencias negativas… Tolerancia cero con la violencia” Dios, qué hartura. Carlos Herrera le ha colgado a Zapatero el mote de “José Luis y su guitarra”, con el agravante de que el repertorio de coplas de ZP es diminuto. Tres ideas y tres frases hechas. No hay más. Menos repertorio que el Neng de Castefa, o sea. Que soy persona. Y tengo sentimientos.

Conviene, de todas formas, no engañarse, porque esa retórica huera es un ardid; esa estrategia de no decir nada es un barniz de apariencias para cubrir un sectarismo implacable. Lo dice el propio Felipe González: “Zapatero tiene más poder que el que yo tuve nunca en el seno del PSOE”. Y lo corroboran quienes conocieron a Zapatero en León, arrebatándole el sillón a sindicalistas duros, curtidos en la minería, sin que las comisuras de la sonrisa ni las cejas arqueadas flaqueran ni un milímetro. “De blandito, nada. Es un tipo ambicioso, sin escrúpulos, que cuando se marca un objetivo suele conseguirlo porque resulta que, además, tiene la suerte de su parte”.

“¿Cómo podría caracterizarse la retórica de la democracia? ¿Cuáles son los rasgos particulares del nuevo estilo?, se preguntaba Ayala. Y concluía: "Me atrevería yo a afirmar que sus dos notas más destacadas son la grosería léxica y la incuria formal (…) Hemos entrado en la fase de democracia integral que no consiste ya en la igualdad de oportunidades sino en la igualación por el más bajo rasero”. Ya ve usted, Ayala, veintitrés años después seguimos aportándole conceptos a esta degeneración de la retórica.


Publicado en EL MUNDO de Andalucía, el 24 de noviembre de 2005

23 noviembre 2005

Verrugas

La realidad se esconde a diario, humilde y discreta, en la letra pequeña de las secciones de cartas al director. El mejor antídoto contra el ruido del poder es el silencio de esas letras. Oráculo irrefutable. Diríase, incluso, que es aquí, en las cartas al director, donde se invierte la dinámica perversa de la vida pública. Los periodistas buscan cada día, infructuosamente, que los políticos respondan a la pregunta del millón. En las cartas al director, se invierte esa espiral aburrida. Aquí, sin necesidad siquiera de hacer preguntas, se encuentra la respuesta del millón. La obviedad de lo cotidiano. Lógica ciudadana.

Hace unos días, por ejemplo, en este periódico firmaba una carta impresionante el portavoz de una plataforma no menos impactante, la coordinadora granadina «Para poca salud, ninguna». Diego Fernández, el portavoz, contaba lo ocurrido en el Hospital Virgen de las Nieves ante la visita del presidente Chaves para inaugurar unas instalaciones. Pintores, limpiadoras y pulidores a turnos doblados para dejar inmaculado el recorrido presidencial. «Las limpiadoras, desde la nada ergonómica posición de rodillas, desincrustaban la roña acumulada durante meses (...) los pulidores pulían y abrillantaban (...) y los pintores, pintaban o hemipintaban: En la sala del escáner, pintaron sólo una de las caras de la puerta, la otra mitad la dejaron como estaba porque no se vería al paso de la comitiva. Nunca hubo tanta diligencia en la higiene de mi hospital».

Muchas veces, cuando alguien cuenta estas cosas, la pregunta es siempre la misma. ¿Serán conscientes estos dirigentes del ridículo de una visita así? La duda es sólo comparable a la paciencia infinita del personal, incluso en visitas como ésa, que parecen diseñadas para provocar. ¿Qué haría Chaves si se viera desde fuera, alejado de esa pompa de halagos de la que se rodea el poder? ¿Qué haría un hombre así al comprobar que sus pasos se distinguen del resto porque los precede una estela de cal y fregonas de rodillas?

Claro que Chaves tiene recursos de sobra para conocer la otra cara de la puerta, la real. Por ejemplo, saltándose el protocolo. O haciendo visitas sorpresas a las Urgencias de los hospitales. U oyendo a la gente. ¿Será, entonces, que le gusta que le organicen las visitas de esta forma? Uff.

El director de la plataforma terminaba la carta con un detalle que puede servir para explicar la complejidad psicológica de este embrollo. Cuando Chaves visitó el hospital de Granada, todavía podía distinguirse en su frente la aparatosa postilla que le había dejado en la frente la picadura de un mosquito. Y cuenta: «Días después, en el periódico de Virgen de las Nieves salía en portada su foto. ¡Habían trucado la foto para camuflar el grano que tenía en la frente el día de la visita! Pronto, si no lo hacen ya, le echarán truchas amaestradas para picar en los ríos donde pesque». Esconder la verruga. Es que no hay mejor metáfora del poder, o sea.

Publicado en EL MUNDO de Andalucía el 14 de noviembre de 2005

22 noviembre 2005

Dinkis


Se llama dinki. Yo no lo sabía, pero existe esa especie humana. Que sí, y además se cuentan por parejas. Vamos, que hasta se sabe ya que en Andalucía existen 104.000 parejas de dinkis y que en toda España representan más del cuatro por ciento de la población española mayor de 14 años. En total, ochocientas mil criaturas, el número mítico de los puestos de trabajo que iba a crear Felipe González. Qué tiempos. Pero, bueno, los dinkis no tienen nada que ver con aquello ni consta siquiera que, de momento, ZP vaya a crear una ley específica para su protección.

Por lo visto, los dinkis reúnen características que los elevan a la categoría de especie humana, porque son narcisistas, tienen un elevado poder adquisitivo, viajan mogollón y navegan por internet cuando no están colgados del móvil. También son ambiciosos, despreocupados y hedonistas. Sinceramente, ¿conoce algún dinki?

Como hay empresas y estudios para todo, la multinacional Millward Brown es la que ha realizado la investigación social y ha patentado el hallazgo. Pero el estudio tiene un problema: yerra lamentablemente en las conclusiones. La multinacional afirma que los dinkis son, en realidad, «un nuevo modelo familiar, que retrasa tener hijos para disfrutar de un nuevo estilo de vida como prolongación de la juventud». Mecachis, vaya decepción. Desperdiciar una palabra tan bonita para acabar aplicándosela a una ambición tan antigua. Eterna juventud.

Dinki, por ejemplo, tiene una sonoridad perfecta para definir algunas especies políticas. El término es magnífico, un poner, para esos tipos petulantes de la política, que van de pelotazo en pelotazo, y lucen sus corbatas de seda en los restaurantes los días laborables y sus polos de marca en el yate de los fines de semana. Un dandy/quinqui, se diría. Dinki, dinki... Qué bonito.

Cada semana, además, se descubren nuevos especímenes, sobre todo desde que los partidos políticos están incorporando a jóvenes ambiciosos a sus filas que, de repente, se encuentran en un cochazo oficial y el poder que nunca han imaginado. Como la cultura política que han mamado en la estructura del partido sólo les ha enseñado el sectarismo y la supervivencia, carecen de escrúpulos intelectuales. Poder.

¿Podrían ser dinkis, por ejemplo, algunos de los jóvenes cachorros del PSOE de Huelva que han protagonizado el asalto al Ayuntamiento? Veremos qué dice la Justicia, si hay o no delito en el esperpento del sabotaje a la emisora de televisión local, pero, de momento, esa imagen del generador en el césped de la parcelita y la antena escondida en la chimenea lo dice todo. Ayer decían que todo era «una estupidez» y hoy se cuenta la dimisión del baranda local del PSOE, desenmascarado por la Guardia Civil.

Dicen que el término Dinki agrupa las siglas inglesas ‘Double Income no Kids’, que, en traducción chapucera y en caída libre, debe ser algo así como dos que ganan dinero y no tienen niños. Deberían pensárselo. Es mucho mejor lo otro. Dinkis políticos.

Publicado en EL MUNDO de Andalucía el 18 de noviembre de 2005

21 noviembre 2005

MANUEL OLIVENCIA RUIZ. Reflexiones.

SOBRE LA EDUCACION

"La base de toda buena educación y de toda sociedad es una buena escuela pública.Es lo esencial. Ahora, sin embargo, asistimos a continuos cambios de planes en la Enseñanza que van cada vez a peor. Se está perdiendo el sentido elitista que toda educación debe tener. La igualdad en la educación es la igualdad en el punto de salida, como los atletas. Igualdad en el derecho de la Educación y en las oportunidades. La educación, por definición, tiene que ser una selección de los mejores. Pero es que, además, todo eso ha llevado consigo que también se pierda en rigor, en disciplina y hasta en la formación de los enseñantes. La igualdad en la Educación, reitero, tiene que ser de oportunidades, no puede consistir en cortar la cabeza de los que sobresalgan".


"La revolución dentro de las aulas, la pérdida absoluta de autoridad de los profesores, el desprecio a las formas, la subversión de la jerarquía, la falta de respeto y consideración... Todo eso es una realidad. Y, para mí, los males sociales son los peores, mucho peores que otros problemas de alto nivel como los políticos, porque afectan directamente al tejido del que se compone una nación. Es verdad, no podemos decir que seamos un caso aislado, pero lo que sí podemos afirmar es que somos un caso último. Ahí están las clasificaciones internacionales o las propias olimpiadas de la educación. El fenómeno es general, sí, pero el nuestro es el más grave".


"En esta sociedad globalizada y del conocimiento, en la que lo esencial es la mente humana y el espíritu creador, carecer de una buena formación es la ruina de un país. Además, esos atrasos cuestan muchísimo recuperarlos después. En materia de investigación, por ejemplo. Uno puede ser auxiliar, pero no podrá ponerse al nivel de los países más desarrollados si se han perdido varios lustros".


SOBRE ANDALUCIA

"Cuando se analiza el atraso andaluz desde una perspectiva económica, se detecta un retraso histórico, una cultura rural tendente a hacer el agosto, que ha llevado al capital andaluz a buscar inversiones seguras y a invertir fuera. Todo eso se va corrigiendo, pero en el tejido social todavía pesa. Andalucía, todavía, es una sociedad acomodada. Lo hablábamos antes con la educación, que cuando existe una tradición, una formación, no se puede improvisar. Cuando un país pierde el paso en el ritmo de la historia, le es muy difícil cogerlo luego. Dicho esto, no se pueden olvidar las causas políticas, el proteccionismo arancelario y el fomento de otras regiones. Quienes hoy se quejan más son los que han resultado favorecidos por las inversiones del Estado. Muchas de esas inversiones tendrían que haber venido a Andalucía y, sin embargo, se canalizaron hacia el País Vasco y Cataluña. "


SOBRE EL CONCEPTO DE NACION


"Todo eso de nación de naciones no es más que un galimatías para salir del paso. Eso que se dice con tono despectivo de que nación es un término teorético, ni siquiera teórico, carece de todo sentido, porque olvida el concepto jurídico-político de nación. Y claro que tiene consecuencias. Un territorio puede tener un sentimiento sociológico o cultural como nacion, pero jugar con esos dos conceptos, que son distintos, mezclarlos y confundirlos, es muy peligroso."


"Mire usted, la unidad de mercado en España no es una conquista baladí, porque costó bastante hacerla. No fue hasta la Constitución de 1812 cuando se definió España como un territorio sin aduanas ni fronteras interiores. Se consigue hacer entonces un mercado único, un mercado nacional, del que se deriva una consecuencia fundamental, la igualdad. Por eso la legislación mercantil es competencia exclusiva del mercado, artículo 149 1.6 de la Constitución. El Estatuto catalán aprobado ya por el Parlament está lleno de fracturas de la unidad de mercado. La inseguridad jurídica que provoca España con un mercado fraccionado, en un mundo globalizado como el actual, es causa de falta de inversiones, deslocalización de empresas, falta de negocios. Y todo eso lo van a padecer, en primer lugar, los propios catalanes. Ese Estatut, tal y como se ha aprobado en el Parlament catalán, se envuelve en una ensoñación nacionalista, en falsas ilusiones, que va en contra de los intereses de Cataluña. Los empresarios catalanes son muy listos y supongo que se darán cuenta".


Extracto de la entrevista publicada en EL MUNDO de Andalucía el 20 de noviembre de 2005

20 noviembre 2005

Cansancio

Oigo decir a unos periodistas catalanes, arte y parte en la cosa del Estatut, que los españoles no deberían desaprovechar la oportunidad que hoy les brinda el Congreso para «oír a Cataluña». Que todo el debate sobre las propuestas catalanas está distorsionado, que nadie se ha parado a entender las razones de Cataluña. Oigo decir a esos periodistas que en Cataluña existe «un sentimiento transversal» que nadie atiende. Un «cansancio fiscal» que es perceptible en toda la sociedad, en todos los partidos, en todos los sindicatos y en todos los empresarios. Que la solidaridad «tiene un límite en el tiempo».

Cansancio fiscal. Hace poco lo llamaban déficit fiscal, que eran términos más técnicos. Esto es más sentimental, denota ya hartazgo y agotamiento. Desgana. Después de 25 años de autonomía, Cataluña cree que ya está bien de financiar el subdesarrollo de los vecinos.Los oigo hablar y concluyo que será inevitable que hoy, en el Congreso, los andaluces salgan mal parados del debate. Otra vez estamos en lo mismo. El sino de Andalucía es el de tener que repetirse que no es verdad que sea la más torpe, la más vaga.Como dijo Arzalluz en 1993, cuando Cataluña reclamaba, entonces, la primera modificación del sistema de financiación para que se le cediera el 15% del IRPF: «Andalucía y Extremadura viven por encima de lo que fiscalmente producen. Eso se llama solidaridad cuando ayuda a desarrollarse, pero se llama egoísmo cuando lo que se quiere es vivir a costa de otros».

Los oigo hablar. Dicen que ha llegado la hora de oír a Cataluña y el ruido más atronador, sin embargo, es el silencio andaluz.Que la vocación andaluza nunca ha sido la de comunidad subvencionada.Deberían saber, por ejemplo, que la revolución industrial entró en España por Andalucía. El 6 de septiembre de 1826 se fundó en Málaga la primera industria siderúrgica de España. El empresario se llamaba Manuel Agustín Heredia y su fábrica, La Constancia.O sea, que ya le costaría.

La Constancia fracasó. Como los sucesivos intentos de industrialización en Andalucía. Todo lo contrario ocurría con el desarrollo industrial de Cataluña y el País Vasco. ¿Por qué? Numerosos estudios y publicaciones documentan cómo desde el siglo XVIII los planes de desarrollo van configurando a Andalucía como una «colonia interior» mientras se protege y refuerza los hierros vascos y los textiles catalanes.La existencia en Andalucía de una burguesía rentista y el arraigo, hasta nuestros días, de una clase dirigente caciquil, se han encargado del resto.

¿Cansancio fiscal ahora, después de tres siglos de reparto de papeles entre regiones ricas y regiones pobres? Dicen que ha llegado la hora de «oír a Cataluña». Y uno se pregunta, sin embargo, cuándo llegará la hora de que Cataluña o el País Vasco escuchen a los demás. Que tiene que acabarse este monólogo decimonónico que, hoy mismo, en el Congreso, volverá a llamarse diálogo.

Publicado en EL MUNDO de Andalucía el 2 de noviembre de 2005

18 noviembre 2005

El árbol sin bosque


Internet es una selva en la que el consejo de un explorador se hace imprescindible. Meterse en esta blogsfera, por ejemplo, es una aventura imposible si uno no se rodea de contactos, de conexiones, que ayuden a circular por la red sin tropezarse. Padrinos informáticos, se diría. Amigos, en fin. Yo he tenido la suerte de que, en un plis plas, un tipo al que tengo en gran consideración me haya dado la bienvenida en sus páginas. Me refiero a Luis Rull Muñoz, que en su blog (http://luisrull.blogspot.com) ha anunciado el nacimiento de éste con el lenguaje colega que se utiliza en la red. En fin, que la acogida de Luis Rull, hermosa y desmedida, tiene, además, el valor intrínseco de consolidar en nuevos peldaños la amistad antigua que me une con los padres de mi anfitrión. Luis Rull Fernández y María Muñoz son dos catedráticos de ciencias espesas y pensamiento libre. En su trayectoria de vida se puede encontrar la búsqueda de la razón, la reflexión sobre argumentos eludiendo siempre los estereotipos, las banalidades y las consignas. Pensar y decir sin miedo al qué dirán ni, sobre todo, a las represalias. Que son un ejemplo, o sea, en muchos sentidos. Honestidad intelectual. Su hijo camina por el mismo sendero. No es la astilla que del árbol sale, porque a esta familia -que se completa con Patricia, que anda haciendo las américas- no se le puede aplicar una imagen disgregada. Forman un solo árbol, de ramas y raíces. Un árbol sin pretensiones de bosque. Un árbol que deja ver el camino.

En su día, escribí un par de artículos sobre Luis Rull Fernández. Los vuelco aquí. Que ya era hora. Gracías, tío.

Rumiantes

Izquierda Unida sigue rumiando su crisis. El carácter cíclico de sus embestidas obedece justamente a esa costumbre de no afrontar nunca ninguna revisión ideológica, sino que los problemas y las dudas, las críticas y las estrategias, se mastican sin cesar.Nunca se llegan a digerir. Y así, rumia que te rumia, la crisis va y viene, pero cada vez más trillada y el personal más cansado.
Además, los objetivos, siempre a corto plazo, se van adaptando a las derrotas y así no hay sobresalto alguno. Por eso, estos días se puede oír a los dirigentes de IU afirmar que su objetivo en estas elecciones europeas es superar el seis por ciento de las últimas europeas (¡el seis por ciento!). Cuando uno se marca esos objetivos, al final es imposible que nadie pierda las elecciones.Les va a ocurrir como en las elecciones generales, con aquella patética imagen de Llamazares y compañía celebrando el triunfo socialista.
Y el problema principal, ya digo, no es el intento de los actuales dirigentes de esta federación de izquierdas de perpetuarse en los cargos pase lo que pase, lo grave es que cada vez son menos quienes los acompañan. Y no se trata ya de Luis Carlos Rejón, que ésa es otra historia. Han pasado ya diez días desde que el catedrático de Física de la Universidad de Sevilla Luis Rull publicara en este periódico su despedida de Izquierda Unida.Rull, para quien no lo conozca, no es cualquier cosa.
Este tipo se afilió al Partido Comunista en la dictadura y, desde entonces, ha estado colaborando con la izquierda de forma activa.Ha sido asesor de IU-CA en el Parlamento andaluz en casi todas las legislaturas y siempre alejado de los aparatos, de los puestos de mando. En los partidos, esta clase de personas que colaboran desde fuera, que aportan una visión de vida real no contaminada por los navajeos internos, deberían de cuidarse como oro en paño.
Pero, ya ven. Más bien sucede lo contrario, que estas opiniones que no persiguen ni cuotas y ni huecos en las listas, acaban siendo incómodas o, sencillamente, ignoradas. Por eso Rull se va de IU. Lo hace con un artículo que debería haber servido de aldabonazo en la formación, pero en diez días nadie ha abierto la boca. Todo lo más, algún dirigente le ha susurrado al oído: «Tienes toda la razón, pero yo me quedo».
Pero no es eso, Rull no busca tener razón. Sólo busca la razón.No pide nada más, no ansía nada más, no busca ninguna otra cosa.Sólo la razón. «Es una idea muy sencilla», escribía Rull. «En Izquierda Unida siempre se han utilizado argumentos para defender estrategias y actuaciones. En los últimos tiempos, sólo han aparecido consignas que había que había que repetir, pero poco contenido sustantivo. 'No a la Guerra' 'No a la LOU' 'Nunca Mais', 'Aznar, asesino'... Lo que quiero denunciar es la sustitución de los argumentos por consignas». Chapeau, Rull.

Publicado en EL MUNDO de Andalucía el 31 de mayo de 2004


Enigmas


¿Qué lleva a un hombre de izquierda a apostar por un partido de derechas? Y, sobre todo, ¿es legítimo desde el punto de vista ideológico? Las dudas, sobre todo la segunda, merecen, más que un análisis político, el confortable diván de un psiquiatra porque, si se fijan, ante cualquier reflexión sobre el particular partimos ya con el concepto prefijado de que lo suyo es que un tipo de derechas se haga de izquierdas. No es para menos, se hace progresista.
Por eso, porque los clichés están establecidos y a la derecha le ha tocado la calavera y a la izquierda el cielo azul, lo excepcional, sobre todo aquí abajo, es observar que hay tipos que dan el paso en sentido contrario. ¿Quién, con dos dedos de frente, se atreve en Andalucía a apostar por el perdedor? ¿Quién se arriesga a ponerse enfrente del PSOE y, además, llevar la vitola social de ser de derechas? Cosa de locos. Y si tiene un sueldo público, para qué contar.
Por todo eso, porque, ciertamente, ese cambio es excepcional se lo he preguntado a un tipo que está fuera de dudas, intereses extraños y ansias de protagonismo. Se lo he preguntado a Luis Rull. Verán, este catedrático de Física de la Universidad de Sevilla es un personaje singular. En Andalucía hay pocos como él, que en los muchos años que llevo conociéndole, siempre en el entorno de la política, jamás ha aspirado a un cargo de relumbrón.Tampoco ahora.
Quizá porque el único enigma que admite es el comportamiento irregular de los números primos -«es la gran putada de este mundo», dice-, Rull encara desde hace mucho la realidad política con un espíritu analítico que nada tiene que ver con las adhesiones inquebrantables. «En IU se han sustituido los argumentos por consignas», dijo en un artículo con el que se despedía, hace tan sólo unos meses, de la formación política en la que ha estado treinta años. Esa es la peculiaridad de Rull y, quizá, la explicación de su tránsito hacia el Partido Popular, con el que ha comenzado a colaborar.
Ideas, razones, argumentos. Méritos y libertad. Cuando cualquier análisis de la realidad se realice con ese calidoscopio, lo de menos será que la conclusión personal pueda beneficiar al PP, al PSOE o a IU. Y lo único que puede alejar a Luis Rull de este nuevo camino es la permanente y común tendencia de todos los partidos, tambien del PP, de convertir a los suyos en fieles ciegos y disciplinados.
Este verano le trasladé la misma pregunta que a Rull a un notable ex dirigente del PSOE, de una comunidad en las antípodas de ésta, que, sin abandonar la militancia, mantiene en público posiciones divergentes que muchos de sus compañeros tachan de derechas. «¿Y cómo se contesta a alguien que, sin valorar en absoluto los argumentos, zanja la conversación afirmando que eres de derechas?», le pregunté. «No le contesto, me importa un rábano», dijo. Pues eso, Rull, pues eso. Para enigmas, sólo los números primos.

Publicado en EL MUNDO de Andalucía el 29 de octubre de 2004

17 noviembre 2005

Promesas


Cuestión de Estado. «Queremos dar mayor estabilidad a los ayuntamientos, mayor autoridad y una mayor posibilidad al ciudadano de conectar directamente con la figura del alcalde». Y volvió a repetir, solemne: «Es un auténtico asunto de Estado y no puede ni debe primar el partidismo porque nos jugamos en gran parte el futuro de nuestra política territorial». No habían pasado ni seis meses desde que el Gobierno de Zapatero había tomado posesión cuando el ministro Jordi Sevilla anunció el compromiso firme del Ejecutivo de cumplir con una de sus promesas electorales más paseadas en la campaña: la elección directa del alcalde, a través de una segunda votación, para los casos en los que ningún partido hubiera obtenido mayoría absoluta.
De hecho, en esta pretensión, el Gobierno tenía el camino expedito, ya que también el Partido Popular, que acababa de dejar el Gobierno, había incluido en su programa esa misma promesa. Al fin, un asunto de Estado en el que los dos grandes partidos no tenían ni que sentarse, porque defendían lo mismo. Había que acabar con el espectáculo de tantos ayuntamientos gobernados por los partidos políticos con menos concejales, mientras se condenaba a la oposición al candidato que se había quedado a sólo unos cientos de votos de la mayoría absoluta.

¿Asunto de Estado? ¿Reforma inaplazable? La desquiciante realidad política española es una trituradora de razones. No existe lógica ciudadana que no se pervierta. No hay asunto de Estado que sobreviva al interés partidista. No hay lógica en esta clase política, no.Hace tan sólo unos días, un portavoz del PSOE en el Congreso admitió ya que no será posible reformar nada y que la elección directa de alcaldes se posterga para otra legislatura. Cualquier cosa antes que aparecer juntos, PSOE y PP, con un acuerdo de Estado. Hay que actualizar la frase aquella de Tierno Galván: «Las promesas electorales están para pervertirlas».
Ocurre, además, que como la política española es una estructura piramidal en la que las consignas de la cúpula se transmiten a toda la organización a ritmo de marcha militar, el desacuerdo de arriba se degenera a medida que desciende, y acaba embarrándose en la poca vergüenza. Surgen así monstruos como esa moción de censura de Gibraleón, un alcalde con mayoría absoluta que va a dejar de serlo gracias a que uno de sus concejales se ha pasado al PSOE. Otra tránsfuga que, además, se queda con el control del Urbanismo. Siempre igual.
«En Gibraleón tenemos que ir a muerte», le oyeron decir a un joven diputado socialista en los pasillos del Parlamento antes de que todo estallase. Sabía lo que decía. En tres días ha aparecido un tránsfuga, se ha planteado la moción de censura y han saboteado la señal de la televisión local. El poder es insaciable. Ya ven. El PSOE tiene el Gobierno de la nación, el de Andalucía y el de la mayoría de los ayuntamientos en Huelva. ¿Y qué? Pues eso. A muerte.


Publicado el 17 de noviembre de 2005

16 noviembre 2005

Destierros

¿Dónde estamos? Cuentan en Sevilla que a un periodista económico que osó cuestionar la política de un consejero del Gobierno andaluz, lo han apartado de la sección por indicación directa del afectado. Destierro público para que sirva de ejemplo. Y un columnista de renombre detalla con precisión cómo Chaves pidió su cabeza, y se la concedieron, por criticar la nadería de la Segunda Modernización. A un presentador de televisión local le han contado sus jefes que mantenerlo en el cargo le está costando a la empresa numerosos ingresos publicitarios. Que se dirigen a ellos como en una peli de El Padrino: «Sólo tienes que hacer un cambio para que cambien las cosas». Y a un catedrático prestigioso, que le ha dado por firmar en una plataforma cívica, se ha quedado de hielo cuando un grupo de colegas se le acercó sigiloso el otro día: «¿No te da miedo?». Y las listas negras de Canal Sur, y las manos llenas... Y querellas y amenazas. «Se van a enterar». ¿Dónde demonios estamos?

Era sabido que en Andalucía, hasta ahora, había dos tipos de periodistas, a los que les daban premios y a los que les entregaban querellas. Agobio. Sabíamos que cualquier profesional, cualquier médico, cualquier funcionario, incluso cualquier socialista que levantara una voz de protesta contra la administración se estaba condenando al ostracismo. ¿Y quién se atreve a hablar en una región como ésta, en la que la Junta es la principal empresa y el PSOE su partido hegemónico? Miedo. Todo eso lo sabíamos, sí, pero es que, con esta nueva mayoría absoluta, el acoso se ha multiplicado. Presión.

Julio Anguita animó el otro día a los suyos en Sevilla a que denunciaran con claridad que existe una nueva dictadura, y habló de los bancos y de Polanco, «el grupo Prisa y su monopolio informativo» que es «el auténtico poder que está detrás del poder de los Gobiernos». Dice Anguita que es esa multinacional, ese monopolio informativo quien sostiene al Gobierno. Dos maquinarias de poder que se nutren, intercambiándose de acuerdo a la situación. Ahora Polanco tiene la Cuatro, la cuarta, que ya está dicho que el nombre le viene de recibir las televisiones como el Madrid acoge las Copas de Europa. Y ya nadie se acuerda de aquella vicepresidenta clamando tras el Consejo de Ministros: «¿A qué intereses sirven quienes no quieren que los ciudadanos vean Canal Plus sin pagar?». Tiene razón Anguita, porque cuando un Gobierno miente en favor de una empresa, lo difícil es saber quién gobierna en realidad.

¿Dictadura? ¿Régimen? Cada cual que lo defina como desee, pero para el catedrático aquel, para el periodista y el funcionario, para el columnista y el presentador, para el socialista disidente, hay una lista común. La del ostracismo, destierro interior. Y la democracia nunca puede servir de excusa para este abuso permanente del poder. Ni el miedo puede justificar que se mire para otro lado.

Publicado en EL MUNDO de Andalucía el 16-11-2005

15 noviembre 2005

Franco

Tenía miedo y salió huyendo. Sin más. Le hubiera gustado reaccionar como un héroe, pero salió corriendo a refugiarse en el primer portal que vio abierto. Y allí se quedó, en la penumbra, entre el ascensor y una hilera de buzones, disimulando con un puñado de propaganda que recogió del suelo. Desconcertado. El lo envolvía en metáforas, hablaba de un colapso de la adrenalina del corazón. Pero era miedo. Sin más.
Miedo a que le dieran una paliza. ¿Iba a ser, acaso, la primera vez que en aquellas mismas calles, en aquella misma plaza, se produjera una revuelta así? Cuando se habla de la memoria colectiva de los pueblos jamás reparamos en que son las frustraciones y lo temores los que anidan con más fuerza en cada uno de nosotros.Y aquella mañana de sábado, la angustia se le agolpó de pronto en la garganta, como un vómito de pánico.
Había, además, cierta predisposición suya a que algo así pudiera pasar. Nada más levantarse, se fue a comprar el periódico. Y sus temores se confirmaron a cinco columnas. «Cataluña ha agotado su margen de generosidad con las Españas». En el texto se vaticinaba que era la primera fase de una declaración de independencia.La verdadera memoria histórica es un poso de temores inconscientes, una alerta interior. Por eso corrió despavorido cuando, a lo lejos, oyó a una multitud que gritaba. «Franco, Franco, Franco».
Buscaba un refugio porque en aquellas mismas calles, en los aledaños de la Plaza del Duque y de la calle Sierpes de Sevilla, un puñado de falangistas también se echaron a la calle en el 36. «Y de pronto, sin que nadie advirtiera su procedencia, irrumpió en plena calle Sierpes un grupo de muchachos dando vivas a España y al Ejército», recuerda Manuel Barrios en un párrafo de su libro sobre Queipo de Llano. Días y noches de represión, de juicios sumarísimos. De muerte. De odio. «España es una cuenta pendiente, una venganza eterna», se dijo mientras corría, acosado por aquellos gritos de «Franco, Franco», que lo perseguían.
Angustiado, comenzó a leer las tarjetas de los buzones, por si reconocía a algún amigo. Hasta que oyó un revuelo en las escaleras.Pasos acelerados. También gritaban «Franco, Franco». Fue, quizá, cuando decidió rendirse. Estaba atrapado. Bajó los brazos y cerró los ojos para imaginarlos, con correajes y camisa azul. «Franco, Franco, Franco».
Cuando el estruendo de voces y pasos alcanzaba el último peldaño, estalló: «¡Aquí estoy. Creo en la libertad y creo en España!», dijo en voz alta. Momento solemne y ridículo, porque un grupo de chicas atónitas se quedó mirándolo. «¿Y éste rayado de dónde sale?», preguntó una de ellas. «Oiga, que nosotras vamos a ver a Franco, de Pasión de Gavilanes».
Al salir, prometió no contarlo a nadie. Se quedó pensando que la memoria histórica de España es un baúl revuelto de deudas pendientes y olvido. Miedos e inconsciencia. Sin más.

javier.caraballo@elmundo.es

Publicado en EL MUNDO de Andalucía el 3-10-2005

14 noviembre 2005

trincar

Trincar

El debate sobre la financiación de las autonomías ha devuelto a las tertulias de café la anécdota, rancia y prodigiosa, de un banquero andaluz del franquismo, presidente de una caja de ahorros, al que, al final de sus días como gestor, le preguntaron en qué consistía el éxito de una entidad financiera. Aquel hombre debió pensar poco la respuesta porque, por la contundencia de la receta, se entiende que la tenía bien amasada: «El éxito consiste en trincar la pasta de golpe e ir soltándola poco a poco».
La anécdota de aquel viejo zorro de los créditos bancarios ha resucitado al cabo de tantos años para retratar con la misma contundencia el núcleo central del debate de financiación, el objetivo último de la propuesta que los partidos nacionalistas catalanes han plasmado en su propuesta de nuevo Estatuto. Tal y como ya sucede con el concierto vasco y navarro, la pretensión exclusiva de la autonomía catalana es, ciertamente, trincar toda la pasta de los impuestos, e ir soltándola después poco a poco. Esa es la versión abrupta de la intención de recaudar y gestionar todos los ingresos fiscales de la comunidad y retribuir posteriormente al Estado un porcentaje en concepto de solidaridad y de gastos por los servicios prestados. Parece claro, como en la anécdota aquella, que el poder radica en la capacidad de recaudar, de trincar, y de distribuir después. No hay que darle más vueltas.
Ocurre, sin embargo, que la firmeza de los dirigentes catalanes en sus objetivos se envuelve en una polvareda de excusas cada vez que quien se pronuncia es un dirigente político de fuera de Cataluña. Ayer mismo, en el Parlamento andaluz el PP solicitó que la Junta de Andalucía recurra «las propuestas que rompan la solidaridad» del sistema de financiación, y la petición fue acogida como un atrevimiento por los demás partidos. Todos a una, encabezados por el portavoz del PSOE (Chaves eligió para el debate a un diputado que se llama Paniagua, que ya es mala pata) entendieron que aprobar un pronunciamiento así supondría provocar «enfrentamientos entre territorios españoles y dividir a la sociedad». Otra vez «no demonicemos», o sea.
Pues nada, a esperar. Es verdad, además, que el debate en el Congreso acaba de comenzar, y que es muy pronto para plantear ningún recurso como pide el PP. Claro que no es ésa la razón por la que se rechaza un pronunciamiento del Parlamento. Se rehúye el debate porque la estrategia oficial es la de aparentar normalidad. Pero incluso esto último se puede comprender, ¿o es que alguien espera que Chaves se queme a lo bonzo en el fuego de sus contradicciones? Con una salvedad, que llegará un momento en el que esa estrategia ya no se sostendrá. Si, como dicen, es verdad que el presidente Zapatero ya llegó a un acuerdo con CiU sobre la financiación, el objetivo catalán está cumplido. Lo demás es cuestión de tiempo. Y el plus de financiación a Cataluña va en detrimento de Andalucía. Por mucho que se camufle, la única verdad es la de aquel banquero. Trincar y repatir. No hay más.

Publicado en EL MUNDO de Andalucía el 11-11-2005

Demonizar

Demonizar



Demonizar es un verbo de moda en política. Podría decirse, incluso, que es uno de los pilares esenciales de la corrección política. La muletilla más utilizada en este universo de palabras gastadas, la explicación más socorrida cuando, para evitar un problema, se decide ignorarlo. Se ha propagado por el discurso político con la misma celeridad que se ponen de moda las gracietas de una teleserie o la forma de hablar de un humorista. Ya saben, de pronto, sin que nadie sepa cómo ni por qué, todo dios se pone a pedir un «poquito de por favor». O ese latiguillo jartible de contestar siempre con «va a ser que sí» o «va a ser que no». Puag.
En política, pasa lo mismo. A veces, incluso, hacen un ridículo considerable. ¿Pues no ha dicho una consejera que no hay que «demonizar la violencia juvenil»? La pobre. Habrá que divinizar la violencia, entonces. Esta «fistra de la Pradera», que diría Chiquito, pionero en acuñaciones, ha oído que demonizar se conjuga como exculpación, y se ha lanzado a la piscina creyendo que quedaba bien.
El mismo recurso dialéctico han utilizado los constructores tras la tragedia de la Autovía del Mediterráneo, y ya se han apresurado a decir que no hay que «demonizar» a las subcontratas. Lo dicen a pares, calcado: «No se debe demonizar una forma de trabajo». Pero, vamos a ver, ya puestos en la terminología, qué diablos tiene que ver que se critique la forma de trabajar de esas grandes empresas con demonizar a nadie.
Por mucho que se insista, lo que no tiene ninguna lógica es que tres grandes empresas constructoras se asocien para acometer una gran obra pública y que, al final acabe ejecutándola la subcontrata portuguesa de una subcontrata gallega.
¿Que se busca la especialización? Pues muy bien, pero como resulta que la autovía se licita por tramos, lo normal sería que el Ministerio de Fomento encargase cada tramo a una empresa especializada. Sin intermediarios. Las subcontratas, incluso, pueden entenderse como un recurso excepcional, pero bien saben los constructores, sobre todo los pequeños constructores, que en España ya se ha convertido en una dinámica habitual. Y no es eso, claro. En un concurso público, la administración está obligada a optar por la oferta que reúna mayores garantías y un mejor precio, pero está igualmente obligada a desechar las bajas temerarias. ¿Actúan las subcontratas en condiciones de baja temeraria, a espaldas de los concursos públicos?
Esa es la duda. Lo demás, eso, palabras gastadas y excusas huecas. Demonios familiares que ya están muy vistos. En el diccionario de la Real Academia, por cierto, no existe la palabra demonizar. Existe el demonismo, que es la «creencia en el demonio u otros seres maléficos». Para cuando se inscriba, sería conveniente que le agregaran una acepción novedosa. «Verbo utilizado en política por quien rehuye culpas y recurre a la maldición demoníaca».

Publicado en EL MUNDO de Andalucía el 10-11-2005

10 noviembre 2005

Ascensor

Tres frases para entender que los disturbios de París debemos interpretarlos como antesala de idénticos problemas en España. Tres diagnósticos compartidos que allí, a dos mil kilómetros, han provocado una crisis que tambalea un Gobierno y que aquí se estampan aún en estrategias políticas para salir del paso. Tres sentencias de un mimetismo ignorado, tamizado por la inopia de lo políticamente correcto. Tres conclusiones vomitadas por el fuego. «Hoy Francia vive un despertar abrupto. Existe un problema más grave que el de la pobreza: el de la identidad» (Tahar Ben Jelloun, escritor). «Este es el fallo del modelo republicano de integración, de asimilación. Se ha estropeado el ascensor social» (Manuel Valls, diputado socialista de la Asamblea Nacional y alcalde de Evry). «Si los jóvenes no respetan el Estado de Derecho, al menos que respeten la religión» (Abdelali Mamouin, imán de una mezquita parisina). Identidad, integración y fundamentalismo. ¿De verdad hablamos sólo de Francia?
En España, la inmigración es un fenómeno reciente y, a pesar del rápido crecimiento de los últimos cinco años, el porcentaje de inmigración ronda aquí el ocho por ciento de la población, una cifra por debajo aún de la que se alcanza en otros países europeos como el Reino Unido, Holanda, Francia, Bélgica o Alemania. Pero es justo por eso, porque quizá estamos a tiempo de planificar con más sensatez, por lo que cualquier país responsable, estremecido por el escalofrío francés, se replantearía algunos principios que conducen al desastre. Que París es hoy un espejo de futuro.

Y no hace falta, siquiera, pararse en detalles como el destino de los muchos fondos públicos que, teóricamente, se destinan a la integración de inmigrantes y que se pierden por cualquier alcantarilla. Esas cosas que pasan en Alcalá de los Gazules pertenecen a otro género.
Se trata sólo de comprobar, y de admitir, que el retrato robot de los protagonistas de la descontrolada revuelta de Francia forman ya en España un nuevo estrato social. «Jóvenes entre catorce y veinte años, con graves problemas de fracaso escolar, sin trabajo ni horizonte, muchos de ellos procedentes de la inmigración». ¿De verdad que hablamos sólo de Francia?
Para no llegar a la ‘mano dura’ que ahora se exige en Francia, sólo existe como remedio la firmeza en los principios, en las convicciones. Ni demagogia ni banalidad, como ahora. Firmeza en el Estado de Derecho, no en la religión, como dice ese imán desnortado. Firmeza en la integración, no en el falso multiculturalismo que promueve guetos sociales y culturales en los que tiene vetada la entrada el Estado de Derecho. Firmeza en la identidad propia, en los valores de la civilización occidental. Esa es la grasa que hace funcionar el ascensor. En Francia, se ha parado. ¿Sabemos si aquí funciona todavía?

Publicado en EL MUNDO de Andalucía, el 7 de noviembre de 2005

09 noviembre 2005

Fatiga

Tiene razón el ministro. Hay una sensación grande de fatiga después de un accidente como el de Granada. Fatiga de boca seca, con la garganta llena de polvo y las lágrimas embarradas resbalando por la mejilla. Fatiga de insomnio, cuando por la noche el reloj se ha detenido en las tres y cuarenta minutos de la tarde y repite, una y otra vez, el instante aquel, un estruendo de hierros y un alarido que se pierde en el vacío. Fatiga.
La tragedia del desastre se encadena a la pesadilla de los hechos repetidos. El desaliento de las mismas situaciones que conducen al mismo desastre. En aquel viaducto, los obreros muertos los ha puesto la subcontrata portuguesa de una subcontrata gallega de la Unión Temporal de Empresas que ganó el concurso. Será o no la causa, pero resulta extenuante que más del cincuenta por ciento de los muertos en accidentes de la construcción sean trabajadores de subcontratas. Fatiga, reiteración sin remedio, sí. «Eram cinco portugueses. E trabalhavam ali, na construção da Auto-estrada do Mediterrâneo, entre Málaga e Almeria, em Espanha», comenzaba ayer su crónica El Correio da Manha. Eran portugueses, pero trabajaban allí.

La tragedia de Granada, es verdad, se explica por la fatiga, el cansancio, el hartazgo de las palabras reiteradas. Se lo oí una vez al secretario regional de UGT, Manuel Pastrana, y en la contundencia de aquella frase me quedé. «Esta mañana, cuando me he mirado al espejo, oyendo las noticias de un nuevo accidente laboral en Andalucía, me he dicho: Se nos ha caído el discurso. ¿Vamos, otra vez, a hablar de medidas de prevención y bla, bla, bla?». Es eso, claro, la pesadez de la excusa. Pero ocurre, Pastrana, que ha pasado ya más de un año desde aquella frase, se han sucedido los convenios y los acuerdos de concertación entre la administración y los sindicatos, y ante el espejo sólo suena el mismo bla, bla, bla.
Y vuelve a prometer el ministro tras el desastre un aumento de la plantilla de inspectores de trabajo, sin reparar siquiera en que la vergüenza es tener que admitir que para toda la provincia de Granada sólo hay trece inspectores de trabajo. Sólo en jefes de prensa y asesores, en esa misma provincia, la administración de la Junta de Andalucía multiplica esa cifra. Ese es el disparate que se esconde tras el bla, bla, bla. Y ese es el cansacio, la fatiga.
«Em muitos casos que conhecemos, os operários que vão para o estrangeiro acabam por ser vítimas da ganância de quem procura mão de obra a preços, quanto mais reduzidos melhor, sacrificando a segurança», clamaba ayer el Sindicato de la Construcción Civil del distrito de Braga. Mano de obra joven, cuanto más jóvenes mejor, sacrificando la seguridad. «A segurança», uff. Decía Fernando Pessoa que el portugués es la lengua que está más cerca del corazón. Quizá porque tiene el aire de una lengua cansada. Fatigada.

(Publicado el 9 de noviembre de 2005 en EL MUNDO de Andalucía)

05 noviembre 2005

Comienza el espectáculo


Hoy comienza este blog. Lo normal es que aquí se encuentren muchas opiniones y publicaciones del autor del blog, Javier Caraballo, periodista de EL MUNDO. De momento, un saludo. Como en la grabación de una peli, claqueta y acción. Comienza el espectáculo.